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jueves, 9 de junio de 2016

O P I N I Ó N : CARTA ABIERTA A GABRIELA RIVADENEIRA. Por Daniela Salazar




CARTA ABIERTA A
GABRIELA RIVADENEIRA


Por Daniela Salazar






     Gabriela,

     Como mujer debería sentirme orgullosa de que otra mujer ocupe una posición tan alta como la tuya. Independientemente de nuestras convicciones políticas, normalmente celebraría que una de nosotras alcance una posición de toma de decisiones tan relevante en la vida pública del país. Y es que estoy profundamente convencida de que la participación y representación de las mujeres en todos los niveles de gobierno es una condición necesaria para el fortalecimiento de la democracia. Una mujer presidiendo la Asamblea Nacional del Ecuador no es poca cosa, tomando en cuenta los difíciles obstáculos que históricamente las mujeres hemos enfrentado para acceder a puestos de poder, lo que a su vez ha derivado en una subrepresentación de las mujeres en los distintos ámbitos de gobierno.

     El problema es que de nada nos sirve que seas mujer y presidas la Asamblea si eres incapaz de representarnos. Durante décadas, las mujeres nos vimos impedidas de ejercer plenamente nuestros derechos en condiciones de igualdad con los hombres. Tú simbolizas un cambio en esa historia de discriminación al menos en el ámbito político. Tu sola participación en un puesto de poder y de decisión política podría tener un efecto multiplicador para avanzar hacia la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No obstante, lejos de fomentar la igualdad, has ejercido tu posición para perpetuar los estereotipos de género que fortalecen las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres.

     Tan extensa es la lista de desafortunadas declaraciones públicas que has realizado como Presidenta de la Asamblea, que ya perdí la capacidad de sorprenderme. Pero aún no pierdo la capacidad de indignarme, y hoy te escribo para expresar mi absoluto rechazo a tus últimas declaraciones dirigidas a las mujeres ecuatorianas. “Todas las mujeres en el país tenemos la tarea de ser madre, ser esposa, trabajar“, dijiste recientemente en la radio. Evidentemente no entendiste que resulta inútil la paridad política si no promueves también la paridad en la vida privada. No estás a la altura de la posición que ocupas. No nos representas.

     Tus expresiones son un insulto al movimiento de liberación de la mujer. El concepto de patriarcado está tan arraigado en tu mente que no puedes concebir una mujer libre, una mujer que en vez de tareas tenga opciones, derechos y libertades. Es impactante cómo con una sola oración eres capaz de desconocer décadas de lucha para redefinir el rol de la mujer en la familia y el trabajo. Es una lástima que una mujer con tu poder no pueda comprender que la naturaleza no nos encadena ni fija nuestro destino. La capacidad de reproducción no nos define como mujeres. No tenemos un mandato biológico de criar hijos. No somos valiosas en función de un hombre o un esposo. Nada nos obliga a casarnos. Y si escogemos trabajar es porque es nuestro derecho, no nuestro deber. Por cierto, las leyes han reconocido estos derechos que tú como Presidenta de la Asamblea ignoras.

     Tu visión androcentrista me tendría sin cuidado si no ocuparas la posición de Presidenta de la Asamblea. Pero resulta que tu sueldo se paga con mis impuestos, y que tu deber como funcionaria pública es contribuir a un clima de respeto e igualdad entre hombres y mujeres. Al estar en una posición de poder, tienes el deber de garantizar que tu libertad de opinar no lesione derechos humanos. Como líder política, juegas un papel fundamental para combatir, a través de tus expresiones, toda forma de discriminación y violencia contra las mujeres. No espero que entiendas eso. Menos aún aspiro a cambiar la limitada visión que tienes de las mujeres. Pero te pido al menos que te abstengas de difundir comentarios discriminatorios y estereotipados contra nosotras.
Aunque tus expresiones pueden tener un impacto mucho mayor que el de otras expresiones discriminatorias que han sido cuestionadas por el Cordicom y sancionadas por la Supercom, estoy convencida de que estos organismos mirarán para otro lado. Y me alegro que así sea. Las sanciones no deben provenir de un aparato del Estado sino de la sociedad en su conjunto. No me cabe duda: la sociedad se encargará de sancionarte con su voto en las próximas elecciones.

     Hasta tanto, mientras dure tu mandato, como tu mandante te exijo una disculpa pública. Una disculpa a todas las mujeres que no pueden ser madres, a las que no quieren ser madres, y a las que han escogido ser madres. Una disculpa a todas las mujeres solteras, casadas, viudas o divorciadas. Una disculpa a las mujeres no conformes con su género. Una disculpa a todas las que trabajamos por opción o por necesidad y a todas las que no trabajan. Una disculpa a todas las mujeres libres, que no nos dejamos oprimir ni cumplimos tareas o roles asignados arbitrariamente por la sociedad. Finalmente, una disculpa a todas las personas que, sin importar su género, confiamos en que la participación plena de las mujeres en el ámbito político no se restringe al derecho a ocupar cargos públicos sino que abarca la inclusión de las voces, demandas, prioridades e intereses de las mujeres en la agenda pública.


Atentamente,
Daniela Salazar





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