TESIS 11

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miércoles, 9 de septiembre de 2015

COYUNTURA: De la política como privilegio, a la política como posibilidad.


DE LA POLÍTICA COMO PRIVILEGIO, A LA POLÍTICA COMO POSIBILIDAD


Por Tomás Quevedo Ramírez


“Se ha dicho que el privilegio es
una dispensa para el que lo obtiene
y un desaliento para los demás. Si ello
es así, habrá que reconocer que los privilegios
son una triste invención”
Emmanuel Sieyes/Ensayo sobre los privilegios.





I

     Históricamente, la política ha sido considerada como el arte de gobernar, además de la discusión pública sobre el bien común. Sin embargo, durante los últimos años, el Ecuador atraviesa una profunda distorsión de este principio. El gobierno de Alianza País conocedor de la verdad y de la razón, ha convertido la política en patrimonio de su movimiento, reduciéndola a un principio técnico, de bonitas carreteras. Son ellos los portadores de la razón, de la representación popular, de la legalidad y de la legitimidad.
     Esto lo corroboran las declaraciones del presidente de la República, en la noche del 13 de Agosto de 2015 en la Plaza Grande, cuando dijo: “alguien me puede explicar contra qué se levantan, no tienen la legitimidad para hacerlo… y no han logrado absolutamente nada, cada vez son menos”. A esto hay que añadir las declaraciones del ex canciller de la República, Ricardo Patiño, quien respecto al Paro del Pueblo y Levantamiento Indígena señaló en un medio de comunicación: "los levantamientos indígenas de los 80s y 90s eran legítimos, porque tenían demandas que nunca habían sido atendidas. Las violentas protestas indígenas actuales no tienen razón de ser porque todas su necesidades ya están totalmente cubiertas por el gobierno."
     Tomando estas declaraciones como base de análisis queda claro que, para Alianza País, por fuera del gobierno no se pueden establecer canales de legitimidad política basada en la organización de base de los movimientos sociales. Así también, la política es, para ellos, una actividad exclusiva de aquellos que están dentro de la administración pública.
     Esto me remite a una de las definiciones clásicas de la política postulada por Aristóteles, quien sostenía que esta actividad era realizada por hombres libres e iguales, pero que sin embargo “la naturaleza […] ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer” (Aristóteles, 1980: 10). Si coincidimos con Aristóteles, el gobierno se encarna como el único capaz de ejercer la política: se reserva la capacidad de mandar. Mientras el resto, ese gran otro llamado pueblo, tiene la obligación de obedecer. Dicho esto, tiene la razón señor Presidente, no hay motivos para protestar, movilizarnos, ni quejarnos pues en usted y en su movimiento descansa la política.


II

     En su mandato, Ecuador, un pequeño país enclavado en el corazón de los Andes, se convirtió en el lugar de realización de la Utopía. Es ‘el mundo feliz’. Los indígenas y campesinos acceden al crédito. Sus ingresos por venta de productos agrícolas son elevados y se respeta sus formas ancestrales de elaborarlos. Así también acceden a un excelente sistema de educación. Tienen caminos para sacar sus productos y además toda la asistencia técnica que necesitan. Incluso sus hijos son los primeros en ganar un cupo para la educación universitaria.
     Los jóvenes, en las ciudades, gozan del libre ingreso a la Universidad y de la educación gratuita. Cuando terminan sus estudios, un empleo estable les está esperando. Se respetan sus manifestaciones identitarias y culturales. Las mujeres gozan de sus derechos y la violencia es solo una cuestión aislada. Ellas deciden sobre sus cuerpos y gozan plenamente de su sexualidad. Los obreros tienen salarios dignos. La flexibilización laboral desapareció. Todos los empresarios respetan la dignidad de las y los trabajadores. Los jubilados están felices con sus pensiones y gozan de atención médica oportuna y de calidad.
     El Ecuador es el país de la perfección democrática. Todos y todas tomamos decisiones. Los poderes del Estado son independientes. El gobernante manda obedeciendo. La Asamblea Nacional es un lugar de amplio debate de ideas. En ella se consulta permanente. En ella se manifiesta la voluntad del pueblo, con leyes perfectas como la de Aguas, la de Tierras, la de Educación Superior, el proyecto de Código de Trabajo y las enmiendas constitucionales, además de un emancipador Código Penal.
     Si todo esto es verdad ¿porqué protestar?
     Será acaso porque más de 500 mil jóvenes quedan excluidos del Sistema de Educación Superior. Porque se está limitando la organización sindical. Porque se pone el agua y la tierra al servicio de los grandes grupos económicos del Ecuador, los actores principales del cambio de matriz productiva. O acaso porque los campesinos e indígenas están siendo desplazados de su territorio por las actividades agroindustriales y de monocultivo. O porque las mujeres aún sufren violencia física, patrimonial, emocional, psicológica y no han logrado desprenderse de la obligación patriarcal de ser madres.
     Cualquiera que sea la razón, señor Presidente, una movilización convocada por las organizaciones históricas de este país, como la CONAIE, el FUT o el Frente Popular, no puede ser deslegitimada por el simple hecho de que su gobierno, bajo una razón cínica, diga que ya no hay motivos para movilizarse y que el gobierno ha solucionado todas sus demandas. Si entendemos medianamente la democracia liberal, sabemos que esta es perfectible y no perfecta. Esto significa que las y los actores del perfeccionamiento democrático son las organizaciones sociales, que mediante sus movilizaciones establecen demandas para que el gobierno las analice y ejecute.
     Sin embargo, cuando el gobierno cierra las puertas a las demandas de las organizaciones e intenta un proceso de diálogo condicionado, sin duda, la acción de tomar las calles es legítima e incluso legal. La Constitución reconoce de forma clara el derecho a la resistencia, aunque usted, señor Presidente, diga que incluirlo fue un error ¿Es un error acaso, que una madre luche para que sus hijos puedan estudiar, respetando sus costumbres y aprendiendo que nuestro país es plurinacional? ¿Entonces los jóvenes no podemos reclamar para escoger nuestras carreras universitarias?
     Rousseau señalaba en El contrato social que “si el pueblo promete simplemente obedecer, se disuelve por este acto y pierde su calidad de pueblo; en el momento que hay un amo,  no hay ya soberano, y desde ese instante esta destruido el cuerpo político” (Rousseau, 2000: 38). Esto nos plantea, que frente a un gobierno que ha construido una democracia restringida y distorsionada, que destruye el cuerpo político, las organizaciones sociales, mediante su accionar lo reconstruyen. El pueblo ecuatoriano no ha jurado obediencia y es más, se ha declarado desde hace años en un proceso de resistencia permanente.


III

     Alejandro Moreano, siguiendo la idea de Severino Sharupi (dirigente de territorios de la CONAIE), señaló la necesidad imperante de construir una tercera fuerza; entendiendo que la primera y la segunda son el gobierno y la derecha. La idea es potente, pero habría que preguntarse ¿quiénes componen esa tercera fuerza? Debido a que algunos piensan que, para componerla, basta con ser anti-correísta y ante lo cual, no sería necesaria una posición político-ideológica, ni tampoco expresar el anhelo de transformación de la sociedad.
     La tercera fuerza que, a mi entender, estaría compuesta por las organizaciones de izquierda y por aquellxs ciudadanxs que tienen la posibilidad de imaginar un mundo diferente, debe cerrar la puerta a la derecha y a aquellas propuestas que miran en la movilización social una base político-electoral. La izquierda ha mostrado tener un síntoma de afirmación del caudillaje. Es decir, de esperar al cuadro iluminado que pueda convertirse en una promesa de cambio, a pesar de que luego de cierto tiempo sea traicionada. Basta con mencionar los ejemplos de Lucio Gutiérrez o del mismo Rafael Correa.
     Sería importante, empezar por crear un nuevo imaginario, donde la consigna “crear poder popular” no sea solo un grito de marchas, sino una forma real del ejercicio de la política de esta tercera fuerza. El poder popular, entendido como una forma de organización basada en principios y con profundo asidero en la auto-organización de la gente que, a la par que lucha y construye sus condiciones materiales de vida, pueda tener la posibilidad de debatir sobre los problemas del bien común. Quizá esta alternativa es mucho más utópica. Pero habría que preguntarse hasta dónde podemos llegar simplemente con la participación electoral, de la que no niego su importancia, pero sí su utilización como único mecanismo. Como sostenía el maestro Agustín Cueva:

La diferencia real se da más bien entre una tendencia que trata de congelar las aspiraciones de las masas en el nivel fijado por el democratismo burgués, y otra que no niega la democracia sino que busca la manera de elevarla hasta niveles revolucionarios. Para esta última, el problema no es obviamente el de la democracia a secas, ni el de la democracia como una esencia filosófica, sino el de cómo incorporar la mayor cantidad de democracia para el pueblo en el proceso de transformación radical de la realidad (Cueva, 2004: 212).

     La izquierda, en consecuencia, tiene el reto histórico de convertirse en una alternativa de cambio y transformación. Si somos fieles a los principios, no se trata de cambiar un gobierno para poner otro, ni de cambiar una constitución por otra: la motivación principal debería ser la transformación del sistema.
     Esta tercera fuerza, debe convertirse en la base de articulación de los sectores populares, de las organizaciones sociales y de aquellxs ciudadanxs que quieren un cambio que no sea sólo de forma. La tercera fuerza debe ser el eje desde el que se canalicen las demandas de los sectores sociales hacia una propuesta de poder popular.
     Nos encontramos en una profunda encrucijada ¿Cómo avanzar? ¿Cómo construir la tercera fuerza? ¿Cómo ser una alternativa de gobierno? Y ¿Cómo no ser utilizados nuevamente por el oportunismo de derecha o socialdemócrata? Es el momento de iniciar un diálogo nacional de las organizaciones populares, con el fin de definir objetivos, estrategias y sobre todo un proyecto de país diferente.




Bibliografía:

*Aristóteles (1980) La Política, Editorial Universo, Lima.
*Cueva, Agustín (2004) La Teoría Marxista, Ere, Quito.
*Rousseau, Jacques (2000) El Contrato Social, Libresa, Quito.
*Sieyes, Emmanuel (2008) Ensayo sobre los privilegios, Alianza Editorial, Madrid.

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