DE LA POLÍTICA COMO PRIVILEGIO, A LA POLÍTICA COMO POSIBILIDAD
Por Tomás Quevedo Ramírez
“Se
ha dicho que el privilegio es
una
dispensa para el que lo obtiene
y
un desaliento para los demás. Si ello
es
así, habrá que reconocer que los privilegios
son
una triste invención”
Emmanuel
Sieyes/Ensayo sobre los privilegios.
I
Históricamente,
la política ha sido considerada como el arte de gobernar, además de la discusión
pública sobre el bien común. Sin embargo, durante los últimos años, el Ecuador
atraviesa una profunda distorsión de este principio. El gobierno de Alianza
País conocedor de la verdad y de la razón, ha convertido la política en
patrimonio de su movimiento, reduciéndola a un principio técnico, de bonitas
carreteras. Son ellos los portadores de la razón, de la representación popular,
de la legalidad y de la legitimidad.
Esto lo corroboran
las declaraciones del presidente de la República, en la noche del 13 de Agosto
de 2015 en la Plaza Grande, cuando dijo: “alguien me puede explicar contra qué se
levantan, no tienen la legitimidad para hacerlo… y no han logrado absolutamente
nada, cada vez son menos”. A esto hay que añadir las declaraciones del
ex canciller de la República, Ricardo Patiño, quien respecto al Paro del Pueblo
y Levantamiento Indígena señaló en un medio de comunicación: "los
levantamientos indígenas de los 80s y 90s eran legítimos, porque tenían
demandas que nunca habían sido atendidas. Las violentas protestas
indígenas actuales no tienen razón de ser porque todas su necesidades ya están
totalmente cubiertas por el gobierno."
Tomando
estas declaraciones como base de análisis queda claro que, para Alianza País,
por fuera del gobierno no se pueden establecer canales de legitimidad política
basada en la organización de base de los movimientos sociales. Así también, la
política es, para ellos, una actividad exclusiva de aquellos que están dentro
de la administración pública.
Esto
me remite a una de las definiciones clásicas de la política postulada por
Aristóteles, quien sostenía que esta actividad era realizada por hombres libres
e iguales, pero que sin embargo “la naturaleza […] ha creado a unos seres para
mandar y a otros para obedecer” (Aristóteles, 1980: 10). Si coincidimos con
Aristóteles, el gobierno se encarna como el único capaz de ejercer la política:
se reserva la capacidad de mandar. Mientras el resto, ese gran otro llamado
pueblo, tiene la obligación de obedecer. Dicho esto, tiene la razón señor Presidente,
no hay motivos para protestar, movilizarnos, ni quejarnos pues en usted y en su
movimiento descansa la política.
II
En su
mandato, Ecuador,
un pequeño país enclavado en el corazón de los Andes, se convirtió en el lugar
de realización de la Utopía. Es ‘el mundo feliz’. Los indígenas y campesinos
acceden al crédito. Sus ingresos por venta de productos agrícolas son elevados
y se respeta sus formas ancestrales de elaborarlos. Así también acceden a un
excelente sistema de educación. Tienen caminos para sacar sus productos y
además toda la asistencia técnica que necesitan. Incluso sus hijos son los
primeros en ganar un cupo para la educación universitaria.
Los
jóvenes, en las ciudades, gozan del libre ingreso a la Universidad y de la
educación gratuita. Cuando terminan sus estudios, un empleo estable les está
esperando. Se respetan sus manifestaciones identitarias y culturales. Las
mujeres gozan de sus derechos y la violencia es solo una cuestión aislada.
Ellas deciden sobre sus cuerpos y gozan plenamente de su sexualidad. Los
obreros tienen salarios dignos. La flexibilización laboral desapareció. Todos
los empresarios respetan la dignidad de las y los trabajadores. Los jubilados
están felices con sus pensiones y gozan de atención médica oportuna y de
calidad.
El
Ecuador es el país de la perfección democrática. Todos y todas tomamos
decisiones. Los poderes del Estado son independientes. El gobernante manda
obedeciendo. La Asamblea Nacional es un lugar de amplio debate de ideas. En
ella se consulta permanente. En ella se manifiesta la voluntad del pueblo, con
leyes perfectas como la de Aguas, la de Tierras, la de Educación Superior, el
proyecto de Código de Trabajo y las enmiendas constitucionales, además de un
emancipador Código Penal.
Si todo
esto es verdad ¿porqué protestar?
Será
acaso porque más de 500 mil jóvenes quedan excluidos del Sistema de Educación
Superior. Porque se está limitando la organización sindical. Porque se pone el
agua y la tierra al servicio de los grandes grupos económicos del Ecuador, los
actores principales del cambio de matriz productiva. O acaso porque los
campesinos e indígenas están siendo desplazados de su territorio por las
actividades agroindustriales y de monocultivo. O porque las mujeres aún sufren
violencia física, patrimonial, emocional, psicológica y no han logrado
desprenderse de la obligación patriarcal de ser madres.
Cualquiera
que sea la razón, señor Presidente, una movilización convocada por las organizaciones
históricas de este país, como la CONAIE, el FUT o el Frente Popular, no puede
ser deslegitimada por el simple hecho de que su gobierno, bajo una razón cínica,
diga que ya no hay motivos para movilizarse y que el gobierno ha solucionado
todas sus demandas. Si entendemos medianamente la democracia liberal, sabemos
que esta es perfectible y no perfecta. Esto significa que las y los actores del
perfeccionamiento democrático son las organizaciones sociales, que mediante sus
movilizaciones establecen demandas para que el gobierno las analice y ejecute.
Sin
embargo, cuando el gobierno cierra las puertas a las demandas de las
organizaciones e intenta un proceso de diálogo condicionado, sin duda, la
acción de tomar las calles es legítima e incluso legal. La Constitución
reconoce de forma clara el derecho a la resistencia, aunque usted, señor Presidente,
diga que incluirlo fue un error ¿Es un error acaso, que una madre luche para
que sus hijos puedan estudiar, respetando sus costumbres y aprendiendo que
nuestro país es plurinacional? ¿Entonces los jóvenes no podemos reclamar para
escoger nuestras carreras universitarias?
Rousseau
señalaba en El contrato social que “si el pueblo promete simplemente
obedecer, se disuelve por este acto y pierde su calidad de pueblo; en el
momento que hay un amo, no hay ya
soberano, y desde ese instante esta destruido el cuerpo político” (Rousseau,
2000: 38). Esto nos plantea, que frente a un gobierno que ha construido una
democracia restringida y distorsionada, que destruye el cuerpo político, las
organizaciones sociales, mediante su accionar lo reconstruyen. El pueblo
ecuatoriano no ha jurado obediencia y es más, se ha declarado desde hace años
en un proceso de resistencia permanente.
III
Alejandro
Moreano, siguiendo la idea de Severino Sharupi (dirigente de territorios de la
CONAIE), señaló la necesidad imperante de construir una tercera fuerza;
entendiendo que la primera y la segunda son el gobierno y la derecha. La idea
es potente, pero habría que preguntarse ¿quiénes componen esa tercera fuerza?
Debido a que algunos piensan que, para componerla, basta con ser anti-correísta
y ante lo cual, no sería necesaria una posición político-ideológica, ni tampoco
expresar el anhelo de transformación de la sociedad.
La
tercera fuerza que, a mi entender, estaría compuesta por las organizaciones de
izquierda y por aquellxs ciudadanxs que tienen la posibilidad de imaginar un
mundo diferente, debe cerrar la puerta a la derecha y a aquellas propuestas que
miran en la movilización social una base político-electoral. La izquierda ha
mostrado tener un síntoma de afirmación del caudillaje. Es decir, de esperar al
cuadro iluminado que pueda convertirse en una promesa de cambio, a pesar de que
luego de cierto tiempo sea traicionada. Basta con mencionar los ejemplos de
Lucio Gutiérrez o del mismo Rafael Correa.
Sería
importante, empezar por crear un nuevo imaginario, donde la consigna “crear poder
popular” no sea solo un grito de marchas, sino una forma real del ejercicio de
la política de esta tercera fuerza. El poder popular, entendido como una forma
de organización basada en principios y con profundo asidero en la auto-organización
de la gente que, a la par que lucha y construye sus condiciones materiales de
vida, pueda tener la posibilidad de debatir sobre los problemas del bien común.
Quizá esta alternativa es mucho más utópica. Pero habría que preguntarse hasta
dónde podemos llegar simplemente con la participación electoral, de la que no
niego su importancia, pero sí su utilización como único mecanismo. Como
sostenía el maestro Agustín Cueva:
La
diferencia real se da más bien entre una tendencia que trata de congelar las
aspiraciones de las masas en el nivel fijado por el democratismo burgués, y
otra que no niega la democracia sino que busca la manera de elevarla hasta
niveles revolucionarios. Para esta última, el problema no es obviamente el de
la democracia a secas, ni el de la democracia como una esencia filosófica, sino
el de cómo incorporar la mayor cantidad de democracia para el pueblo en el
proceso de transformación radical de la realidad (Cueva, 2004: 212).
La
izquierda, en consecuencia, tiene el reto histórico de convertirse en una
alternativa de cambio y transformación. Si somos fieles a los principios, no se
trata de cambiar un gobierno para poner otro, ni de cambiar una constitución
por otra: la motivación principal debería ser la transformación del sistema.
Esta
tercera fuerza, debe convertirse en la base de articulación de los sectores
populares, de las organizaciones sociales y de aquellxs ciudadanxs que quieren
un cambio que no sea sólo de forma. La tercera fuerza debe ser el eje desde el
que se canalicen las demandas de los sectores sociales hacia una propuesta de
poder popular.
Nos
encontramos en una profunda encrucijada ¿Cómo avanzar? ¿Cómo construir la
tercera fuerza? ¿Cómo ser una alternativa de gobierno? Y ¿Cómo no ser
utilizados nuevamente por el oportunismo de derecha o socialdemócrata? Es el
momento de iniciar un diálogo nacional de las organizaciones populares, con el
fin de definir objetivos, estrategias y sobre todo un proyecto de país
diferente.
Bibliografía:
*Aristóteles
(1980) La Política, Editorial Universo,
Lima.
*Cueva,
Agustín (2004) La Teoría Marxista, Ere,
Quito.
*Rousseau,
Jacques (2000) El Contrato Social,
Libresa, Quito.
*Sieyes,
Emmanuel (2008) Ensayo sobre los
privilegios, Alianza Editorial, Madrid.
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