Avanzar
sin transar hacia el paro nacional
(Una
reflexión sobre el Primero de Mayo)
Por Tomás
Quevedo Ramírez
“Se sirvieron del
Poder estatal,
sin piedad y con
ostentación,
como de una
maquinaria nacional
de guerra del capital
contra el trabajo”.
Karl Marx / La Comuna
de París
El Primero
de Mayo es una fecha histórica de reivindicación de las y los trabajadores del
mundo; en los últimos años en nuestro país, esta marcha refleja los contrastes
y las contradicciones entre dos posiciones políticas. Por un lado están las
centrales sindicales históricas reunidas en el Frente Unitario de Trabajadores
(FUT), protagonistas de importantes huelgas y corresponsables de la
democratización del país durante los años setenta; por el otro el oficialismo
correista, compuesto por una fanesca ideológica y que se autoproclama como el
gobierno de los trabajadores.
El Primero
de Mayo de 2015 se articularon un conjunto de demandas y descontentos: la
arremetida contra las organizaciones sindicales, sociales y populares, un
proyecto de código de trabajo contra los intereses de la clase trabajadora, la
Ley de Justicia Laboral que expropia al IESS el 40% del aporte estatal para
temas de salud, las últimas medidas económicas producto de la baja del precio
del petróleo. A esto se suman la actitud antidemocrática del presidente y el
simulacro de participación del que presume el gobierno de Alianza País.
En las
calles de Quito, el Primero de Mayo se oyó la consigna: Y qué es el gobierno de Alianza País…caricatura de
revolución / caricatura de revolución…es el gobierno de Alianza País. La
marcha de las centrales sindicales reivindicó en las calles su derecho a la
protesta, denunció la prepotencia y las máscaras de la mal llamada democracia
correista; un elemento importante de la marcha fue la alegría, los colores, las
sonrisas, la música que trabajadores, estudiantes, maestros, niños y niñas, jóvenes, jubilados y profesionales compartieron.
Esta
marcha mostró de manera concreta el descontento de la gente, la inconformidad y
la defensa de los derechos, fue una marcha masiva, que llenó la plaza de San
Francisco por varias ocasiones; ninguno de los y las participantes fueron pagados,
sino pueblo (auto) organizado. No podemos cerrar los ojos a la presencia de la
derecha, de sectores oportunistas y de sectores de la burguesía que intentaron
montarse sobre la manifestación de los trabajadores y trabajadoras; sin
embargo, se sintieron en un lugar extraño y lejano, pues había en la marcha una
marcada posición de clase que dividía intereses y proyectos políticos.
Mientras
esto pasaba en la marcha de las centrales sindicales y de las organizaciones
sociales, la contramarcha correista utilizando la maquinaria del Estado, y
desde temprano se dedicó a repartir colas y sánduches a sus allegados, claro,
traídos de otras provincias; esta marcha estaba compuesta por organizaciones
creadas de manera paralela como la Central Única de Trabajadores (CUT), la
Alianza Indígena o la Red de Maestros por la Revolución Educativa, su
concentración parecía más un show artístico que una jornada política de
reivindicación, mostrando con ello, la necesidad del gobierno de lanzarse a las
calles para medir fuerzas y legitimarse frente a los sectores populares.
Esta
marcha no llegó a tener el nivel de presencia que la organizada por el Frente
Unitario de Trabajadores (FUT) y la CONAIE, ante esto el gobierno utilizó los
medios de comunicación gubernamentales para tratar de mostrar que fueron más,
sin embargo las calles mostraron lo contrario. Es indignante que un gobernante
deslegitime desde la sabatina el proceso de organización y movilización de
aquellos que no comparten sus ideas, lo que deja ver la preocupación y la
necesidad de anular mediáticamente la presencia masiva de trabajadores en las
calles, protestando contra las medidas de este gobierno.
Lo que
hay que preguntarse ahora, es cómo va a continuar este nuevo ciclo de
movilizaciones y de fortalecimiento del movimiento sindical y popular; se ha
señalado que lo que viene es un paro nacional, para ello es necesario trabajar
en las bases, fortalecerlas ideológicamente y sobre todo tomar distancia tanto
de la derecha como de aquellos que quieren utilizar la movilización con
intereses electorales y oportunistas. Es claro que la conciencia de nuestro
pueblo está despertando, que la dignidad rebelde ha puesto la política en las
calles nuevamente. Ahora la tarea es avanzar sin transar hacia el paro
nacional.
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