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miércoles, 29 de abril de 2015

LA GUARIDA DEL BÚHO: Y ahora se murió el gato... en otra sabatina.


Y ahora se murió el gato… en otra sabatina

Por: Hugo Palacios (el búho)




     Tal como sucedió con el trágico deceso de mi perro Sandokán, quien se fue al otro mundo gracias a un descuido de su dueño, que lo dejó con el televisor encendido mientras se transmitía una sabatina de una tal revolución de una tal ciudadana; y conforme la venganza que la había prometido al finado can, el felino de la vecina -odiado hasta el último ladrido por Sandokán- pasó a mejor vida: “la sabatina será tu tumba”, se la juré. Aproveché que la anciana vecina, fuera ya de los registros del mundo de los vivos, me encargó su gato, ocasión que aproveché para engatusarlo. Dejé whiskas en su puerta, y luego las iba regando formando un camino en forma de laberinto hasta mi casa, hasta mi cuarto, hasta mi cama, lugar donde mi querido Sandokán expiró su último suspiro guau.
     El gato cayó en mi trampa. Minutos después se quedó plácidamente recostado sobre las cobijas, encendí la  televisión y lo dejé ahí, escuchando y viendo a aquel señor de la retórica blablablabla de cada sábado nuestro. Me fui a fumar un tabaco a los años, y luego a leer las noticias del día, donde se decía que por alguna razón que no entiendo las pensiones jubilares -gracias al sabatinero- si te he visto ni me acuerdo, o sea que el gobierno no le debe ni las gracias al IESS, que esa institución tiene plata de sobra con la que podrían alimentar a los gatos de toda la humanidad, algo así más o menos.
     A eso de las 13 horas subí a mi cuarto. La escena era digna de algún cuento de Poe. El gato yacía muerto en la cama, con sus ojos abiertos y en los que se dibujaba la agonía de un felino que hubiera preferido el peor veneno antes que la tortura de ser testigo mediático de una sabatina. No quiero imaginarme el cuadro dantesco de ese pobre animal corriendo como loco por la habitación, aruñando las paredes, dándose de golpes contra el televisor y suplicando con un millón de miaus al señor de los blablabla de los sábados que por dios, por la revolución por Escrivá de Balaguer, que se calle aunque sea una horita, que animales y humanos se lo agradecerán.
     No es que uno odie a los animales, al contrario, pero si usted desea deshacerse de uno de ellos por x o y motivo, no tiene más que encender la televisión un sábado en la mañana y aleluya amén. 

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