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jueves, 23 de abril de 2015

LA GUARIDA DEL BÚHO: Mi perrito murió en plena sabatina.


Mi perrito murió en plena sabatina

Por: Hugo Palacios (el búho)



     Perdón por la franqueza. Pero es verdad. Un sábado cualquiera, descansaba en la cama de plaza y media, heredada de una abuela que murió de soledad. Eran las 10 am y encendí la televisión. Miré un rostro conocido, quise cambiar automáticamente de canal, pero mi perrito Sandokán hizo acto de presencia, se lanzó a la cama y jugó conmigo por varios minutos. Ni cuenta de que en la pantalla seguía hablando un señor que bla-bla-bla todos los sábados. Me levanté, dejé a Sandokán en el cuarto, cerré la puerta y procedí a deleitarme con un exquisito desayuno, el calentadito de la noche anterior.
     Como era sábado, revisé la refrigeradora. Nada, lo que es nada. Ni un rábano. Si un ratón entraba ahí moría desnucado. De compras urgente. Demoré dos horas en ir y volver. Me acordé de Sandokán, fui a verlo entusiasmado porque le había prometido una libra de carne a cambio de que deje de comerse por partes al gato de la vecina Juana. El pobre felino ya no sabía dónde esconderse. Mi perro se la tenía sentenciada. Bueno, ese es otro tema, les comentaba que abrí la puerta del dormitorio y… ¡horror! Sandokán yacía moribundo en la cama. No sabía qué le había ocurrido, si siempre había demostrado buena salud. Murió en mis brazos con los ojos a punto de estallar, y sus orejas, raídas con sus propias garras, parecían papel mojado. ¿Qué había sucedido?
     Me senté a llorar por varios minutos hasta que… claro, era eso. La televisión seguía encendida y aquel señor de los sábados seguía bla bla bla bla. ¡¡¡Nooooooooooooo!!! Yo era el asesino involuntario de mi perro.
     ¡Cómo pude dejarlo ahí, escuchando tanta blablapipehuesosubiribiri! Cómo fui capaz de someterlo a tremenda tortura sabatina. ¿Qué nomás habrá escuchado el pobre perro?, el pobre. Si un humano, bien informado y en pleno uso de sus facultades, difícilmente aguantaría cinco minutos, imagínense un perro. Dos horas, dos horas… ¡de terror!
     Mi vecina Juana murió hace dos días. Me suplicó antes de dejar este mundo que, por diosito, me hiciera cargo de su gatito. Así lo hice. Pero espera mishifus que sea sábado. No puedo ser infiel con mi perro que te odiaba hasta las últimas consecuencias. Te dejaré ahí, sobre mi lecho, en plena sabatina. Y hubieras mil veces preferido que te coma Sandokán.

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