ECUADOR: LA NECESIDAD DE
REINVENTAR LA POLÍTICA
Por Decio Machado
7-IV-2016
Contexto económico nacional
En los últimos meses se ha
profundizado el deterioro de determinados indicadores económicos que reflejan
el estado de crisis que vive el país, a la vez de que apuntalan el hecho de que
dicha crisis no hizo más que empezar.
En este sentido, algunos
elementos destacables:
- Existe una falta de
liquidez alarmante por parte del Gobierno (el déficit fiscal recientemente se
ajustó a más de 1000 millones de dólares –ver gráfico 1-), lo cual afecta
ostensiblemente a una economía nacional dependiente de la actividad del Estado.
El Gobierno tiene mayores dificultades para conseguir financiamiento en el
mercado internacional y carece de legitimidad social para implementar un plan
anti-crisis creíble y de consenso ciudadano.
Gráfico 1
- La banca privada disminuyó
depósitos un 13,8% entre 2014 y 2015, su índice de morosidad crece
paulatinamente (ver gráfico 2), la venta de cartera crediticia vencida maquilla
los indicadores de liquidez bancaria y como consecuencia la colocación de créditos
es menor. El crédito para inversión está semiparalizado y el crédito al consumo
disminuyó notablemente. El endeudamiento familiar es un hecho facilmente
detectable en los indicadores de morosidad existente en el sector retail.
Gráfico 2
Tasa
de morosidad del crédito al sector privado del sistema financiero
- La falta de liquidez
gubernamental afectó gravemente a la cadena de pagos a proveedores del sistema
de compras públicas y el capital privado carece de confianza en los mercados.
Ambos factores hacen imposible dinamizar la economía nacional mediante el
impulso de los privados.
En resumen, quienes más
ganaron durante el período de bonanza económica han pasado a ser explícitos
indicando que no están dispuestos a cargar sobre sus espaldas el peso de la
crisis. Con la dolarización en riesgo (desequilibrio del flujo de ingresos y
salidas de dólares) el Gobierno determinó una hoja de ruta enfocada hacia el
control de precios (medidas arancelarias sobre productos de importación) y el
control de salarios (pérdida de capacidad adquisitiva de los trabajadores, en
algunos casos argumentativamente disfrazada con criterios de reducción de la
jornada de trabajo). Cuando el correísmo gozó del apoyo popular no tuvo la
valentía de implementar medidas para la recuperación de la soberanía monetaria
nacional, condición que en la actualidad le pasa factura.
Gobierno ante la crisis económica
Desde el pasado año, la
economía ecuatoriana se encuentra en lo que podríamos definir como momentos de
“significativa incertidumbre”. A inicios del 2015 el Banco Central estimó un
crecimiento del 4,8%, lo cual tras los ajustes realizados al Presupuesto
General del Estado terminó siendo un indicador de tan solo el 0,4%. Pero más
allá de ello y a pesar de la disminución de importaciones por implementación de
salvaguardias, no se ha conseguido revertir el déficit en la balanza comercial
(ver gráfico 3).
Gráfico 3
Balanza
Comercial
Más allá de que las vocerías
oficialistas sitúen la crisis en el ámbito de la disminución del precio del
crudo, es un hecho que las exportaciones no petroleras también han disminuido
(ver gráfico 4) fruto de guerra de divisas, cerrando el 2015 en unos 780
millones de dólares menos.
Gráfico 4
Fuente: BCE
En la actualidad, Estado
ecuatoriano tiene necesidad de financiamiento por un monto superior a 7.200
millones de dólares, a los cuales se debe sumar otros rubros como: el pago
pendiente por sanción arbitral en el caso de la petrolera Oxy (U$D 880
millones), deuda en Certificados del Tesoro (U$D 1.600 millones) y atrasos del
pasado ejercicio (U$D 2.500 millones). En pocas palabras, el Gobierno se ve
obligado a conseguir 10.000 millones de dólares (ver gráfico 5) en un contexto
en el que disminuyó la capacidad para adquirir financiamiento externo y en el
que la crisis económica hizo que la recaudación tributaria menguase en un 20%.
Gráfico 5
Fuente: F. Ortiz,
2016
Enmarcados en esta realidad,
el Gobierno logró negociar el pasado año un crédito millonario (U$D 7.000
millones) con China, del cual fueron desembolsados el pasado mes de febrero 970
millones por parte del Industrial and Commercial Bank of China (ICBC).
A pesar de la opacidad
respecto a las cláusulas contractuales, se estima que Ecuador ha comprometido
42.000 barriles diarios durante los próximos 5 años. Esta negociación implica
continuar con el incremento del petróleo “comprometido” por el país e incrementar
peso de la deuda china (ver gráfico 6) en el ámbito de una agresiva política de
endeudamiento exterior.
Gráfico 6
Fuente: F. Ortiz,
2016
Tras demostrar su falta de
voluntad o incapacidad para transformar, tras más de nueve años de gestión, la
matriz de acumulación heredada del neoliberalismo y presionados por el discurso
del sector empresarial, el Ejecutivo ha optado por el ajuste presupuestario:
recorte de subsidios y del gasto público. Además de eso, se ve abocado a
aumentar su capacidad recaudatoria, por un lado mejorando su eficiencia pero
por otro subiendo impuestos y con la próxima privatización de determinadas
empresas públicas.
Perdido el motor de la
inversión pública como motor de la economía nacional y sin una significativa
reserva internacional, el Gobierno ha pasado a una ofensiva recaudatoria que en
su último capítulo implica gravar productos ya severamente gravados con anterioridad.
La crisis hace que se esté recaudando menos (ver gráfico 7) cuando más falta
hace.
Gráfico 7
Fuente: BCE
Por su parte, la
implementación a través de incentivos para el uso del dinero electrónico y el
aumento de la emisión de Títulos del Banco Central (TBC´s) son medidas que tal
y como están concebidas, no avanzan más allá del objetivo de que el Banco
Central del Ecuador mantenga transitoriamente su capacidad como financiador del
Gobierno (la inversión del BCE en el Gobierno durante el mes de marzo aumentó
395 millones de dólares a la espera de que llegue financiamiento de algún
lado). Son medidas que ni buscan ni tiene capacidad para transformar la
realidad económica que vive el país.
Respecto al dinero
electrónico y sin cuestionar la esencia de combatir el uso especulativo que
hace el sistema financiero privado del dinero, el balance de depósitos del
Banco Central (ver gráfico 8) no ayuda a genera confianza entre los ciudadanos,
lo que dibuja un futuro poco halagador para tal empresa.
Gráfico 8
Balance
de los Depósitos del Tesoro Nacional en el Banco Central
enero
2006 a febrero del 2016
Por su parte, el Gobierno se
apresta a una nueva emisión de bonos por 1.000 millones de dólares a 20 años
buscando captar liquidez. A finales del pasado mes había emitido ya otros 400
millones (a los que hay que sumar las emisiones de años anteriores) a través de
las bolsas de Quito y Guayaquil. En la actualidad el saldo de la deuda a
bonistas internos y externos, sumados a los anticipos chinos, es de alrededor
de 25.000 millones de dólares, pagándose unos 4 puntos por encima (calcúlese un
costo adicional de 250 millones de dólares anuales por cada punto porcentual)
de lo observado en emisiones hechas por otros países de la región.
Otra opción manejada por el
Gobierno es la posibilidad de acudir a los organismos multilaterales de Bretton
Woods, opción ampliamente demandada desde sectores empresariales y la derecha
política. Allá, el Gobierno del Ecuador podrá encontrar posibilidades -a un
tipo de interés más liviano- para financiar parte de sus necesidades a corto
plazo, aunque el país se vería obligado a contener más agresivamente el gasto público
en función de las premisas del FMI.
En resumen, todas de las
opciones (combinadas o individualmente) supondrán a la postre un mayor costo
político y electoral para el actual Gobierno.
Coyuntura política nacional
La agudizada pérdida de
credibilidad y legitimidad social que sufre el correísmo, sostenida sobre los
deteriorados indicadores de la economía nacional, no se reflejan en un
crecimiento acelerado en la intención de voto de sus contradictores políticos.
Dicha situación encamina al país hacia una creciente crisis de
representatividad política. A la par que crece el descontento social y cada vez
más amplios sectores de la población entienden que no da para más el confuso y
contradictorio actual ciclo político, la mayoría de ciudadanos no se encuentran
representados en ninguna de las opciones políticas que se configuran como
alternativas en el país.
Sobre la oposición conservadora
Según las encuestas serias
con resultados más halagüeños a favor del candidato Guillermo Lasso
(propietario del banco que ocupa el tercer puesto en el ranking de utilidades
del sistema financiero nacional), este tendría en la actualidad una intención
de voto cercana al 25% frente al 32% gubernamental (cabe indicar que estas
variables son relativas aun en tiempos de precampaña).
La incapacidad del ala
conservadora para unirse en una sola candidatura (superación del conflicto
Lasso vs Nebot), sumada a las resistencias ciudadanas ante líderes incapaces de
representar regeneración alguna en el sistema político nacional, hacen que la
estrategia de CREO quede limitada a asistir pasivamente al desgaste que la
situación económica genera sobre el oficialismo.
En resumen, Lasso y sus
asesores no son capaces de establecer otro criterio más allá de esperar que
ante el deterioro económico, la ciudadanía vote en febrero del 2017 a la opción
política mejor situada para reemplazar al correísmo. Así las cosas, su objetivo
estratégico es extremadamente sencillo: voto útil sin candidato capaz de
generar encantamiento ni proyecto que construya expectativas. Con un discurso
enmarcado en la mediocridad de sus voceros y candidatos, la propuesta de CREO
se limita a pedir el voto para un magnate cuya única carta de presentación es
haber logrado el éxito económico personal (simplicidad argumentativa: se hizo
rico, lo que demuestra que sabe mucho…).
Respecto al otro ala de
derecha, el encarnado por la llamada “alianza de Cuenca” (inicialmente
enmarcado en los acuerdos Nebot/Rodas/Carrasco), cabe reseñar que esta opción
entrará en barrena si Jaime Nebot definitivamente mantiene su negativa a
postularse en 2017. Es un hecho que ya algunos involucrados en la “alianza de
Cuenca” buscan salida para sus aspiraciones políticas personales, importándoles
poco en cual de los lados de la barricada de ideas les dejen algo de espacio en
la lista.
El discurso político de ambos
sectores del conservadurismo ecuatoriano no tiene diferencias entre sí:
reducción del gasto público, excepciones fiscales para empresas, liberalización
del mercado interno para la entrada de nuevas divisas y cuestionamiento al peso
del Estado en la economía. Para promover la generación de empleo e inversión
nacional y extranjera, estos sectores proponen la flexibilización –ya en parte
puesta en marcha por el correísmo- del mercado laboral.
En todo caso y más allá del
ámbito electoral, son los sectores del gran capital privado quienes más se
están beneficiando de la condición actual, imponiendo sus agendas en la reforma
del mercado laboral, logrando políticas de excepciones fiscales y presionando
al Gobierno para que país se incorpore cuando antes al Tratado de Libre
Comercio firmado por Colombia y Perú con la Unión Europea.
Sobre la oposición progresista
La izquierda política
ecuatoriana, compuesta por un diverso conjunto de siglas de las cuales tan solo
unas pocas tienen cierta realidad social, ha procedido ante las elecciones de
febrero del 2017 como en ella es habitual. Posicionó en la palestra a una serie
de nombres con cierto peso político, pendiente de dilucidarse su candidato
presidencial, antes de sentar las mínimas bases programáticas para un
definitivo acuerdo de unidad. Inmersos ahora en la articulación de un plan de
gobierno común, la alianza autoreferenciada como “centro-izquierda” (en
realidad agrupa incluso a sectores del espectro político conservador) tiene que
lidiar con los conflictos internos existentes en el Pachakutik –organización
que en la práctica dejó de ser el brazo político de la CONAIE- y con el peso
negativo que electoralmente le significa alguna de las formaciones políticas
involucradas en la coalición (en política no toda alianza necesariamente suma
votos).
Tampoco desde este ámbito
surgen iniciativas que conlleven a regenerar del sistema político nacional,
siendo sus figuras claves personalidades de largo recorrido en la política
institucional ecuatoriana (se carece de liderazgos nuevos que puedan
identificarse a un proyecto de nuevo aliento). Hasta el momento, y aceptando
que este espacio político nace con la intención de representar las crecientes
movilizaciones populares que se han ido dando en los últimos dos años, cabe
indicar que en sus postulados no se ha avanzado aun en algo que vaya más allá
que criterios básicos sobre descorreización (democratización del sistema
político institucional), posibilidad de utilizar estratégicamente la consigna
de un nuevo proceso constituyente y elementos basados en el incentivo a la
producción, inversión y el empleo. En resumen, la unidad de las
"izquierdas" se desarrolla por necesidad, no incorporando criterios
de refundación ideológica ni elementos que en la práctica aseguren el hecho de
que una vez conformados en bancada legislativa se mantengan criterios de unidad
y prácticas diferenciadas a las otras organizaciones políticas con las que
compartirán el arco legislativo. Más allá de su puesta en escena, se evidencia
que aun le falta mucho a estás "izquierdas" para encarnar una
propuesta de cambio que sirva como herramienta para la transformación social.
Situación al interior del oficialismo
Alianza PAIS es un partido
construido desde el poder, y como todo tipo de formaciones políticas
articuladas de esta manera, no es más que un espacio de encuentro capitalizado
por burócratas, arribistas y buscadores de empleo. Así las cosas, el creciente
deterioro político que sufre el oficialismo ha generado fisuras al interior del
partido, las cuales en la actualidad confrontan por instalarse en el delfinazgo
correísta.
Al momento actual, dos
sectores son claramente identificables al interior del partido de gobierno:
uno, más conservador y que a pesar de sus diferencias se mantuvo articulado en
torno al poder, propugnando en la actualidad la candidatura presidencial de
Jorge Glas; y otro, discursivamente más progresista y posiblemente algo más
honrado, que apoyado por una parte del sector empresarial más inteligente del
país (el que demanda cambios pero sin alterar una política económica que les ha
permitido obtener notables beneficios durante estos años), propone abrir un
espacio de balances y autocríticas con el fin de articular nuevas propuestas
enfocadas a la generación de empleo, productividad y redimensionamiento del
sector privado (reducir la intervención del Estado en la economía) proponiendo
la candidatura presidencial de Lenin Moreno.
Aunque al interior del
oficialismo el peso político del sector que podemos referenciar como “entorno
presidencial” (el de origen más costeño y políticamente más conservador) es
mayor que el teóricamente progresista, lo cierto es que la “opción Glas”
demuestra su incapacidad para situarse electoralmente como opción ganadora,
condición de inclina la balanza hacia los que podríamos denominar como sector
“morenista”. La realidad es que el debate político interno en Alianza PAIS no
existe, y a la postre, a lo que asistimos es al intento de reposicionamiento de
un sector político que quedó desplazado del núcleo duro de poder por quienes se
referenciaron como “correa de transmisión” de los distintos intereses del
capital emergente ecuatoriano. A la larga, es dudable que el “morenismo” se
exprese en algo que vaya más allá de una transición de perfil socialdemócrata
liberal aplicada sobre este engendro político denominado “correísmo”, que con
sus contradicciones y derivas ya nadie tiene la capacidad de definir lo que es.
Más allá de que la
candidatura presidencial del oficialismo esté prácticamente definida por la vía
de los hechos, escollos por superar no le faltan al “morenismo”. El primero de
todos, sacarse de la próxima campaña electoral a la figura de Rafael Correa,
condición que haría más creíble para los electores la estrategia de presentarse
como un cambio dentro de la continuidad en el gobierno del partido oficialista.
Dicha estrategia ya tuvo su arranque inicial con la carta enviada por Lenin
Moreno a la cúpula de Alianza PAIS ante la próxima convención nacional de su
partido.
Más allá de lo institucional
La izquierda sociopolítica
ecuatoriana demuestra incapacidad para vivir al margen del terreno de juego que
marcan las coyunturas electorales. Incluso sin reflejarse políticamente en una
candidatura, sufre la presión de posicionarse a favor de lo que consideran la
opción más progresista en cada momento, condición que le ha llevado a cometer
serios errores en el transcurso de su historia.
Con un sindicalismo que se
resiste a la renovación, que no entiende que el conflicto capital vs trabajo se
extiende más allá del mercado laboral formal y que quedó anclado a lógicas de intervención
propias de la década de los ochenta, así como con un movimiento indígena que no
es capaz de recuperar la centralidad política de sus demandas históricas, se
hace por momentos cada vez más necesaria el surgimiento de nuevos movimientos
sociales.
Por su parte, el mundo de las
ongs en Ecuador, desde su perspectiva política lleva años agotado. En su camino
de lenta agonía, podríamos subdividir su realidad actual en tres espacios que
comparten un perfil común: su cada vez menor capacidad de incidencia en la
realidad social que los rodea. El primero de ellos está configurado por las
ongs afines al régimen (clientelistas); el segundo, lo conforman las ongs cuya
práctica coherente les ha convertido en opositores al régimen (especialmente
las que defienden derechos humanos y colectivos, así como las especializadas en
la defensa del medio ambiente); y por último habría un tercer espacio que
aunque teóricamente son críticos al poder establecen relación cercana y
permanente con este, viviendo en una especie de esquizofrenia derivada de la
contradicción política que les implica su necesidad de subsistencia.
Ante un futuro gobierno que a
todas luces será débil (deberá renegociar los plazos de devolución de la
creciente y cara deuda externa a la que se enfrenta el país, sufrirá el período
más duro de la crisis económica, carecerá de mayorías absolutas en el
Legislativo y nacerá enmarcado en una crisis de representación política en
ciernes), se evidencia que lo actualmente existente desde el punto de vista
social y político necesita renovarse. Rescatando una cita de Antonio Gramsci,
estamos ante un momento en que lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que
no termina de nacer, lo que implica la necesidad de reinventar los espacios de
discusión política, ejes de intervención, modelo discursivo, formas de acción y
los modelos organizativos que derivan en una refundación de la política en el
Ecuador.
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