LA "GUERRA AL TERRORISMO"
CUYO
OBJETIVO ES DESENCADENAR UNA TERCERA GUERRA MUNDIAL
Por Robert Bibeau*
Les 7 du Quebec
(Traducido del francés para Rebelión por
Caty R.)
La problemática de los
conflictos internacionales
Para entender la política
nacional e internacional –ambas están enlazadas- es necesario estudiar la
economía y después aplicar esos conocimientos a la política. Hay que plantear
la cuestión ¿Cuáles son los intereses en un conflicto regional o mundial?, lo
que debería llevar a preguntarse ¿Qué clases sociales actúan en el conflicto y
qué intereses económicos defienden? Estas son las preguntas a las que
intentaremos responder (1).
La hipótesis que preferimos es que
la alianza de los trusts financieros internacionales –asociados con varios
gobiernos imperialistas dominantes- actúa entre bambalinas para preservar la
forma de producción capitalista. Para ello cada una de las alianzas
imperialistas maneja su política regional e internacional enfrentándose a las
otras alianzas e intentando enfeudar a las fuerzas nacionalistas de las clases
burguesas y proletarias de los países sometidos a esos conflictos. Veremos que
la clase trabajadora tiene muy poco papel en esas intrigas a pesar de ser el
sujeto fundamental.
Dos axiomas
complementarios
Las claves para comprender los
recientes acontecimientos económicos y políticos internacionales son, por una
parte, admitir que la economía gobierna la política y raras veces lo contrario.
De este primer axioma deriva el segundo, que estipula que los poderes
financieros mundiales dirigen las potencias de la política internacional, las
cuales deben garantizar que las clases sociales vayan derechas por los caminos
que les asignen. Dichos caminos de austeridad pueden conducir hasta resignarse
al sacrificio final dictado por los generales y llegar incluso a la muerte para
mantener este sistema económico depravado.
Una vez admitidos estos axiomas
es fácil desenredar la complicada madeja de intereses entrecruzados, así como
la mezcolanza de teorías «del complot» que se disputan el escenario en el
teatro político internacional.
Historia del nacionalismo
chovinista «islamista»
Desde 1979, desde la revolución
iraní dirigida por el ayatolá Jomeini, la religión musulmana se convirtió en un
factor de identidad muy poderoso en los estados-nación donde causan estragos
dicha religión y la explotación neocolonial. En la mayoría de esos países las
burguesías nacionalistas locales consiguieron amalgamar sus múltiples intereses
sirviéndose de ese denominador común, que permite apaciguar las relaciones de
clases y a veces incluso movilizar a los populachos locales que viven en
condiciones de producción arcaicas (semifeudales) para librar guerras fratricidas
que afectan al reparto de las prebendas tras la liquidación de los recursos
nacionales.
De esta forma se movilizó a Irak
(suní) contra Irán (chií) a una guerra de ocho años que costó un millón de
muertos en cada bando. Carne de cañón trabajadora para forzar un realineamiento
político y económico por parte de la burguesía iraní disidente (2). Se entiende
que las potencias imperialistas occidentales manejaban los hilos entre
bambalinas animando a Sadam Hussein a destruir Irán, que se atrevió a utilizar
el nacionalismo chií para alejarse de sus antiguos amos occidentales. Irán
impulsó el enfrentamiento hasta el punto de sugerir que se podría sustituir el
petrodólar en el mercado del oro negro (3). Desde la firma del acuerdo sobre el
expediente nuclear iraní se entiende que si Irán sabe desembarazarse de esas
enemistades podrá unirse a la comunidad de estados autorizados por el
imperialismo globalizado (4).
El integrismo en
Afganistán
Fue lo mismo cuando la burguesía
izquierdista afgana intentó tomar el control de sus recursos para venderlos al
mejor postor, llegando incluso a firmar acuerdos de defensa con el bloque
imperialista soviético. Inmediatamente los feudales nacionalistas musulmanes
afganos, entre ellos los talibanes, fueron reclutados por Al-Qaida, financiada
por la CIA, para erradicar a esa banda de nacionalistas –laicos- sometidos a
los intereses del otro bando imperialista. Desde entonces los estadounidenses
resultaron cazados. Los talibanes recuperaron el control de su país y la
población afgana regresó al yogo de sus amos nacionalistas islamistas tras 30
años de una guerra terrorista sanguinaria perpetrada por los aviones y los
drones de la OTAN.
La guerra civil en Líbano y en
la Palestina ocupada
La guerra civil libanesa fue
otra demostración de la utilización del nacionalismo islamista para
descalificar a un clan y promover a otro bajo múltiples escudos de armas
religiosos-nacionalistas (Chií, suní, cristiano, druso). Hizbulá, la mayor
organización nacionalista chií, salió ganadora del enfrentamiento. Pasó lo
mismo en guerra de los clanes religiosos en Palestina, donde la burguesía suní
acabó desacreditando a las facciones burguesas laicistas miembros de la OLP. La
burguesía nacionalista de Hamás, suní, se impuso como portavoz de la burguesía
palestina ansiosa por acordar un reparto de las tierras disputadas con las
facciones religiosas judías en el poder en Tel Aviv. Es interesante señalar, de
paso, que el poder imperialista israelí, industrializado y occidentalizado, no
supo escapar del imperativo del nacionalismo religioso chovinista, atrapado en
medio de ese océano nacionalista-religioso en la confluencia del norte de
África y Oriente Próximo (5).
Argelia bajo los golpes del FIS
y el FLN
También Argelia ha conocido las
crispaciones islamistas por parte de las facciones burguesas reaccionarias que
fueron excluidas del reparto del poder político –de adorno- tras la guerra «de
independencia» que dirigió la burguesía nacionalista laica (seudo socialista).
Hay que señalar que los grupos religiosos no contribuyeron gran cosa durante la
«guerra nacional de independencia» (sic). En cualquier caso la población
argelina, en la miseria y muy frustrada por los resultados del Gobierno
«independiente», escuchó con agrado los llamamientos a la revolución de las
oportunistas facciones islámicas nacionalistas. Lo que la pequeña burguesía
argelina exiliada en París y Montreal no le perdona. Sin embargo fue la clase
trabajadora argelina, la que siempre está bajo el yugo de los potentados
nacionales –laicos o islamistas- la primera que sufrió la guerra civil de 15
años entre las facciones nacionalistas islamistas (FIS) y las facciones
terroristas agrupadas en el FLN nacionalista, laico y seudo socialista (6). La
mismo que en Túnez y en Marruecos, cuyo peso económico es marginal en los
negocios internacionales y donde las facciones nacionalistas fueron detenidas,
encarceladas o fusiladas antes de haber podido incrustarse de en poder.
El islamismo integrista en
Turquía, la aliada de la OTAN
En Turquía, desde Ataturk, la
burguesía nacionalista chovinista, más o menos como en Siria y en Egipto,
estaba consolidada al mando del aparato de Estado capitalista. Sin embargo este
país, como Egipto, está en vías de industrialización acelerada lo que provoca
–la crisis económica sistémica también repercute aquí- enfrentamientos obreros
y levantamientos populares que asustan mucho a la burguesía nacionalista
chovinista islamista aislada en la época de Ataturk. Esta fracción de la clase
burguesa que había hecho del islamismo su fondo de comercio vuelve a la
superficie para reclamar su parte del legado otomano. La nueva Turquía
«islamista» juega dócilmente su partición en el concierto de las nacionales y
maniobra en la región. Por lo tanto está poco preocupada por los ataques «yihadistas»,
al menos hasta ahora. El ataque que acaba de perpetrar, por orden de la OTAN,
contra los cazas rusos lo demuestra ampliamente (7). Estados Unidos y la OTAN
dejan que esa burguesía podrida masacre a sus nacionalistas kurdos mientras
fomentan la disidencia nacionalista de los kurdos de Irak y de Siria sembrando
la confusión en esa región sangrante del mundo. Nos preguntamos para quién
actúa Thierry Meyssan cuando pretende que: «Con una mano el Gobierno francés
moviliza todos sus medios para focalizar a la población sobre los atentados del
13 de noviembre y después sobre la Cop21. Y con la otra aprovecha la falta de
atención general para lanzar con Israel una nueva guerra en Irak y en Siria. Su
objetivo ya no es derrocar al régimen laico sirio ni destruir su ejército, sino
crear un estado colonial a caballo entre Irak y Siria, dirigido por los kurdos,
con el fin de atenazar a los estados árabes. El sueño del poder israelí del
Nilo al Éufrates ha vuelto» (8).
Francia e Israel no están en
absoluto al mando de las guerras de Oriente Próximo, las dirige el Estado Mayor
estadounidense con mucho cuidado de arreglarse con su nuevo aliado iraní, muy
poderoso en el golfo Pérsico. Irán no dejará que se partan Irak o Siria. Tolera
al Kurdistán, pero solo de momento. Los capitalistas israelíes deben de estar
muy desesperados para conchabarse con el Elíseo, cuya aviación fue incapaz de
asesinar a Muammar Gadafi sin el apoyo logístico y la intervención decisiva de
la aviación estadounidense. Los imperialistas franceses deben de estar muy
desesperados para conchabarse con los «fracasados» del ejército israelí, muy
capaces de masacrar a la población civil palestina pero incapaces de
enfrentarse a Hizbulá (9).
Los Hermanos Musulmanes en
Egipto
El Egipto de Mubarak hacía buena
pareja con los Hermanos Musulmanes desde hacía mucho tiempo. El país fue
sometido a una revuelta, primero popular y después trabajadora, de gran
envergadura, no para lograr el derecho de voto para elegir a un nuevo dictador,
sino para conseguir el derecho a vivir decentemente. Al contrario de lo que
pretenden algunos comentaristas, las revueltas populares fueron reales y la
represión sanguinaria. Sin embargo las facciones burguesas nacionalistas, con
las religiones musulmana y copta de fondos de comercio, se asustaron a la vista
de la sucesión de levantamientos populares duramente reprimidos por el
ejército, lo que las llevó a aceptar el mantenimiento de clan despótico de
Mubarak (sin Mubarak) y a restablecer el poder a los militares sin desencadenar
acciones terroristas en el extranjero. Sin embargo los Hermanos Musulmanes
egipcios, nacionalistas religiosos chovinistas, siempre han mantenido una rama
de Al Qaida en el Sinaí como una espada de Damocles sobre la cabeza del poder
militar de El Cairo. La Cofradía espera que la situación nacional e
internacional se calme antes de reclamar el poder que las urnas burguesas le
concedió (10).
El islamismo integrista en el
imperio saudí
Arabia Saudí, los Emiratos
Árabes Unidos y Jordania juegan la carta nacionalista wahabí extremista desde
hace mucho tiempo. Dado que esos países arcaicos –donde las fuerzas de
producción feudales flojean bajo la presión de las fuerzas productivas
sociales- se pliegan escrupulosamente al reparto de las regalías petroleras y
al uso del petrodólar en el mercado del oro negro, no es necesario crear
disturbios sociales-religiosos para mantener la adhesión evidente de esos
Estados. Esta coyuntura está demostrada por la relativa quietud en la que viven
esos países, comanditarios de las bandas de mercenarios «yihadistas» que
castigan los países limítrofes. Las brigadas «yihadistas» saben que no deben
morder la mano que las alimenta. Otra cosa es Yemen, donde una parte de la
burguesía local de confesión chií apoyada por Irán, la nueva potencia regional,
se está revolviendo contra la autoridad feudal de los antiguos vándalos
parásitos. Arabia Saudí –Estado terrorista- sufre una derrota militar
humillante a manos de los «yihadistas» locales. Probablemente la misma suerte
reservada a las veleidades nacionalistas separatistas kurdas de Irak y Siria,
que pretenden crear un Kurdistán a sueldo de los sionistas israelíes.
El integrismo islamista en Irak
y Libia
Cuando la burguesía nacionalista
laica de Irak intentó librarse de la tutela de las multinacionales del petróleo
el amo del juego invadió el país, desmanteló el Estado iraquí y ofreció el país
a pasto a los clanes nacionalistas islamistas como advertencia de lo que podría
ocurrir a cualquier otro estado díscolo. La Libia de Gadafi y su banda capitalista
no lo comprendieron y corrieron la misma suerte unos años después (11). Desde
entonces diversos clanes de mercenarios, representantes del sufismo, garantizan
la provisionalidad de ese país desgarrado y exangüe. Tras el rápido hundimiento
de la clase burguesa libia los mercenarios del desierto, yihadistas a sueldo,
se dirigieron al Sahel, de Sudán a Mauritania pasando por Malí. Pero que no se
preocupen las potencias occidentales, solo Libia y el Sahel sufren los delitos
de esos terroristas alquilados. Bajo bandera falsa yihadista se dedican a
diversos crímenes de derecho común, como el comercio de esclavos y el
contrabando de armas y drogas, nada que tenga que ver con el islam.
Los terroristas «yihadistas»
causan estragos en Siria
El clan de Assad se aseguró el
control del Estado sirio desde los años 50, en la época en que las burguesías
nacionales regionales se repartieron los poderes en función de sus lealtades
ideológicas, de clanes y sectoriales (industria y comercio). El territorio
sirio no contiene grandes riquezas naturales, lo que limita mucho la codicia de
las grandes potencias. La «comunidad internacional» (sic) consiente que Rusia
–una potencia imperialista competidora- se beneficie de una base militar en
Latakia, en los confines del Mediterráneo. Pero la geopolítica mundial,
revolucionada por el declive del imperio estadounidense y europeo y por el auge
de la lejana China –la verdadera competidora de la antigua potencia declinante-
hizo necesario, a los ojos de la potencia hegemónica decadente, golpear a Rusia
con el fin de alejarla de China y plegar su economía a las necesidades de las
empresas occidentales. Siguió una serie de conflictos teledirigidos en
Chechenia, para empezar en el Cáucaso, en los Balcanes, en Ucrania y finalmente
en Siria.
Este último frente es, de lejos,
el más complicado de analizar y descifrar. Los maleantes de los servicios
secretos occidentales no encontraron un apoyo serio en la burguesía siria y
tampoco en las jerarquías religiosas (suní, alauí, chií, cristiana) para
desencadenar una guerra civil interna y someter al clan de Bachar al Assad,
nacido de un compromiso entre esas diferentes facciones burguesas
nacionalistas-religiosas mantenidas por su padre en un frágil equilibrio. Los
servicios secretos de las potencias occidentales (Estados Unidos, Francia, Gran
Bretaña, Alemania) y las potencias regionales (Turquía, Arabia Saudí, Catar)
tuvieron que transportar, entrenar, armar, financiar y proveer un ejército de
mercenarios «seudo yihadistas» reclutados entre los millones de «reservistas»
errantes y desocupados llegados de 20 países en crisis (12).
En Siria se concretó el peor de
los escenarios que podía imaginar el Pentágono. El clan de Bachar al Assad no
ha soltado la presa a pesar de la violencia de la zarabanda. La población siria
desesperada, hundida por las atrocidades cometidas por los asesinos derramados
por el país, no se levantó contra el poder despótico, al contrario, consideró
que el déspota era más tranquilizador que los bandidos que Occidente lanzó contra
ella. Rusia, aunque rápidamente se alejó de Libia no flaqueó, menos incluso que
el aliado iraní al que creía arrinconado por las sanciones internacionales y el
boicot de la «comunidad internacional» (sic). Finalmente la situación sobre el
terreno se deterioró para los oportunistas reunidos por la estampida, que
empezaron a seguir su propia agenda. Los mercenarios «yihadistas», al
plantearse si existirá otro final que una muerte inevitable, empiezan a
cansarse o asustarse. Esto explica los golpes de fuerza como el de París,
cuando la pelotera está entre antiguos cómplices (13). Y he aquí que el «sub lugarteniente»
Erdogan es enviado al frente por la OTAN, que siempre espera que esta guerra
atípica se convierta en una guerra atómica (14).
El análisis oportunista de la
izquierda burguesa
Geraoid O’Colmain, analista
político, declaró recientemente que:
«Los ataques terroristas de los denominados grupos islamistas están
orquestados en el extranjero, lo mismo que los ataques terroristas de la OTAN a
Afganistán, Irak, Siria y Yemen. En particular están orquestados en el
extranjero por las mismas potencias neo imperialistas y neocoloniales, Estados
Unidos e Israel (…) Estos ataques constituyen una profundización de la guerra
emprendida por esas potencias imperiales contra las poblaciones de Oriente
Medio, de Europa y de África con el fin de dividir para reinar y así someter a
todas a las potencias al “nuevo orden mundial” en construcción, un nuevo orden
conducido por un puñado de dirigentes tiránicos, una élite maquiavélica (…) No
existe una guerra contra el terrorismo, continúa O’Colmain, existe una guerra
que utiliza a los grupos terroristas, “delegados” de dichas potencias
occidentales, contra los Estados-nación que resisten la dominación
estadounidense-israelí y para “disciplinar” a las poblaciones trabajadoras de
Europa, de África y de Oriente, con el fin de someterlas al dictado de las
citadas potencias que desean provocar una guerra mundial entre todos los
pueblos con el fin de alimentar su industria militar y armamentista. Las
emigraciones forzosas de millones de refugiados constituyen una ingeniería
migratoria coercitiva a expensas de los países de Europa del Este y Alemania,
donde la presión se acumulará sobre los sueldos y los empleos de las masas
trabajadoras locales, suscitando regionalmente grandes revueltas sociales
contra los emigrantes inocentes. O’Colmain añade que no hay ni ha habido nunca
guerras antiterroristas de Occidente contra la religión musulmana, puesto que
esos grupúsculos terroristas pseudoislamistas son criaturas de los servicios
secretos occidentales, Al Qaida es el ejemplo típico al respecto, concluye el
analista» (15).
En este sucinto párrafo el
analista condensa la teoría del «complot» que encanta a la izquierda burguesa y
trata de acreditar al respecto la sucesión de ataques terroristas que agobian a
ciertos países desde hace decenios. Muchas afirmaciones de este especialista
son verídicas, pero muestran un sofisma en cuanto que acreditan la teoría de un
complot dirigido por la alianza israelí-estadounidense para construir el nuevo
orden mundial (sic) ignorando la responsabilidad de las burguesías
nacionalistas chovinistas europeas y mundiales. De esa constatación O’Colmain
deduce que para enfrentarse tanto a las actividades de baja intensidad
cometidas por errantes, bandidos y retornados de baja estofa, como a las
actividades terroristas de gran envergadura perpetradas por generales con la
ayuda de portaaviones, cazas, drones y enormes bombarderos, hay que derribar a
todas las burguesías nacionales, a cada una en su casa, en los países traseros
neocolonizados e islamizados, así como en los países industrializados e
imperialistas.
No existe un posible nuevo orden
político mundial. Un nuevo orden político mundial solo puede basarse en un
nuevo modelo de producción que hay que construir. Y lejos de ver la emergencia
de un nuevo modo de producción estamos viendo marchitarse el antiguo medio de
producción capitalista dispuesto a lanzar a la humanidad a una guerra nuclear
apocalíptica antes que desaparecer.
La propaganda oficial sobre el
terrorismo «islamista»
La editorialista del
diario l’orient-Le Jour resume así la posición oficial que los
medios dominantes deben propagar con respecto a los sucesos imputados:
«Los sucesos regionales e internacionales parecen precipitarse. Líbano,
Francia y Malí, tres países en tres continentes distintos han sido golpeados en
ocho días por el terrorismo islamista, que parece extender sus tentáculos de
odio por todas partes y amenaza a nuevas capitales con agresiones del mismo
tipo (en particular a Bruselas). El mundo entero se moviliza contra el Estado
Islámico y los franceses efectúan ataques precisos e intensivos. Lo que por
otra parte suscita una pregunta elemental: ¿Qué hace ahora la coalición internacional,
dirigida por Estados Unidos, que declaró la guerra al Estado Islámico hace un
año y medio? El caso es que en pocos días la opinión pública internacional ha
cambiado y empuja a los dirigentes de todo el mundo a actuar contra esa
organización terrorista» (16).
Lo inquietante de esta serie de
argumentos es que sin detenerse a responden a la importante cuestión que
plantea, la periodista se apresura a afirmar que la situación ha cambiado y que
ahora la opinión pública internacional empujará a los dirigentes de la
«comunidad internacional» a actuar (!). La perorata de la redactora forma parte
de la intoxicación mediática extremista. Da a entender que Estados Unidos y sus
aliados han declarado la guerra a los terroristas mientras numerosas
informaciones señalan que son esas mismas potencias coaligadas las que
reclutan, financian entrenan, arman y apoyan de todas las formas imaginables a
esos «pseudoyihadistas», la mayoría pobres y sin medios de subsistencia de los
cuales 100.000 habrían muerto desde hace cuatro años en Siria y cuyos efectivos
se mantienen en 30.000 combatientes activos gracias en particular a la ayuda
occidental.
El cronista René Naba añade y
acusa:
«[En segundo lugar la responsabilidad incumbe al Gobierno francés] no solo
en Libia y en Siria, sino también por su silencio mortal en Yemen, su alianza
privilegiada con el reino saudí -la incubadora absoluta del yihadismo errático
degenerativo- y con su aprendiz Catar; con la Meca de la cofradía de los
Hermanos Musulmanes -la matriz de todas las organizaciones radicales yihadistas
de Al Qaida y Jabhat An Nosra- y por último, pero no menos importante, con
Turquía, el timón regulador de los yihadistas en el plano militar, al mismo
tiempo que principal proveedor del flujo migratorio con destino a la Unión
Europea inmersa en la crisis sistémica de su economía» (17).
Los servicios secretos incluso
no disimulan sus actividades de apoyo al Estado Islámico.
«Los servicios secretos franceses habrían alentado a más de 3.500
islamistas franceses radicales a ir a Siria (…) a derrocar al régimen sirio o a
morir en el terreno. La idea de regresar al territorio francés no se contempla
(…) Según las cifras avanzadas habría más de 10.000 combatientes de
nacionalidad europea que luchan bajo la bandera del Estado Islámico» (18).
El presidente Vladimir Putin,
cuyo aliado sirio está en el ojo del huracán, declaró que tiene pruebas de que
40 personalidades de los negocios internacionales procedentes de países
miembros de la coalición anti-Estado Islámico le financian directamente (19).
Las informaciones tienden a demostrar que el jefe del Estado Islámico es un
agente comprobado de la CIA (20). Ahora se reconoce que el hijo del presidente
turco, Erdogan, coordina el comercio del petróleo que recoge el Estado Islámico
en los pozos de Irak y Siria, contribuyendo así a la financiación del Estado
odioso.
«Una serie de pruebas tiende a demostrar que Catar compró a Ucrania
material militar antiaéreo de vanguardia por cuenta del Estado Islámico. La
operación se desarrolló a finales de septiembre de 2015, justo antes de la
intervención militar rusa contra la organización terrorista. Fue aprobada por
la embajada de Estados Unidos en Doha. El material se transfirió vía Bulgaria y
Turquía. Oficialmente Catar, Ucrania, Estados Unidos, Bulgaria y Turquía luchan
contra el Estado Islámico» (21).
Finalmente la desconfianza es tan grande frente a las autoridades
gubernamentales que algunos se preguntan si no será el propio Estado burgués el
que habría organizado, orquestado o dejado que se organizasen esos atentados
«de falsa bandera» en el corazón de París (22). Obviamente el gran capital
internacional no va a crear las condiciones de una conjuración y aunque se
levanten voces reclamando la guerra son más numerosas las personas que protestan
por la propaganda de los medios de comunicación a sueldo y llaman a desconfiar
de las autoridades gubernamentales.
El objetivo es la guerra
Quemando etapas, probablemente
por exceso de entusiasmo, un experto en asuntos iraquíes se fue de la lengua y
reveló sin ambages:
«Teniendo en cuenta la experiencia de Irak veo con bueno ojos, como lo ven
desde Irak y ahora seguramente desde París, a raíz del acercamiento reciente
entre Putin y Obama, la tendencia cada vez más fuerte a favor de una alianza
unificada al estilo de la que se constituyó para acabar con el nazismo. Y ahora
que París está de luto cada vez más responsables políticos y geoestrategas
militares ponen lúcidamente por delante la eficacia operativa de los golpes
rusos que, en una semana, han tenido más impacto que los estadounidenses en un
año. A pesar de las fuertes reticencias de estos últimos, aparentemente movidas
como siempre por el nuevo orden mundial proclamado y decretado desde 1991 por
Bush padre, parece que la proeza militar tiene una explicación que va más allá
de la fuerza ejercida: esos mismos rusos consiguieron, sobre todo, integrar a
las autoridades iraquíes, iraníes y sirias en torno a una estructura única de
coordinación de inteligencia anti-Estado Islámico con sede en Bagdad» (23).
Queda claro que el gran capital
mundial quiere arrastrar a todo el mundo, reeditar la hazaña de 1940. Volver a
crear la internacional apocalíptica bélica con el fin de lanzar a los
trabajadores de los distintos países unos contra otros en un inmenso holocausto
mundial para el reparto de las zonas de recursos, los mercados y los sectores
de producción de plusvalía. El especialista iraquí simplemente no ha entendido
que la alianza no puede estar dirigida por dos potencias hegemónicas
competidoras, Estados Unidos y Rusia. ¿Contra quién se dirigiría esa alianza de
enemigos? ¿Contra un Estado fantasma que posee algunas armas suministradas por
sus enemigos, financiado por sus antiguos patrocinadores unidos contra él y sus
30.000 combatientes ya desarmados? En 1940 las potencias del Eje alinearon a
casi 15 millones de soldados armados hasta los dientes y bien entrenados…
Seguramente la alianza reaccionaria que se está construyendo no apunta al
Estado Islámico fantoche, ¿adónde apunta?
Jacques Attali también publica
sus fantasías y en sus ensoñaciones más lúcidas el exasesor de François
Mitterrand ve una tercera guerra mundial en preparación cuyo desencadenamiento
prevé en 2030 (24). Para evitarla propone la creación de un supraestado de
derecho mundial, la creación de un nuevo orden mundial, la manía de los
bohemios de la izquierda burguesa. La ONU de alguna manera, más autoritaria y
firmemente anclada en manos de los magnates de las finanzas internacionales,
sometiendo a miles de millones de trabajadores bajo el látigo del trabajo
asalariado. En resumen el sirviente propone dar a los que fomentan la próxima
guerra un instrumento complementario para llegar a sus fines.
El experto Patrick Martin
anuncia que:
«El complejo militar y de inteligencia estadounidense está comprometido en
preparativos sistemáticos para la Tercera Guerra Mundial. Para el Pentágono un
conflicto militar con China y/o Rusia es inevitable y esa perspectiva se ha
convertido en la fuerza motriz de su planificación técnica y estratégica» (25).
Para hacer la guerra –y más si
es la guerra mundial- hacen falta muchas armas. En noviembre de 2015 el
investigador Jules Dufour, del grupoMondialisation, publicó un
artículo titulado Le réarmement planétaire en el que señalaba
que
«El mundo cada vez está más militarizado. Los gastos militares aumentan sin
cesar en muchos países. Más de 5.000 millones de dólares diarios se dedican a
la guerra o a su preparación. Los gobiernos están absolutamente sometidos a las
exigencias de los lobbies militares (…) Hay 640 millones de armas ligeras
diseminadas por todo el mundo (una por cada diez personas). La producción de
cartuchos militares es de 14.000 millones anuales (…) Los gastos militares
mundiales llegaron a 1,747 billones de dólares en 2013, lo que equivale al 2,4%
del PIB mundial» (26).
El especialista Larry Chin
comenta:
«Esta crisis apocalíptica no es una guerra “contra el terrorismo”, sino una
guerra “de” terrorismo librada por terroristas, dirigida por terroristas y
criminales de guerra psicópatas que se ponen al margen de la ley. No tienen en
absoluto la intención de acabar con el terrorismo. De hecho es todo lo
contrario: los ejércitos terroristas de Occidente son una gran ventaja
utilizada para infiltrar y desestabilizar, para derrocar a los regímenes que la
OTAN quiere alinearse, para invadir y conquistar. Y hunden uno tras otro:
primero Irak y Libia, después los sucesos actuales en Siria, todo para la
lograr ambiciones aún más amplias. La “guerra contra el Estado Islámico”
incluso no concierne a este grupo, a pesar de las atrocidades que cometen estos
asesinos. Esta guerra es, y siempre será, una guerra mundial entre
superpotencias que enfrenta a Occidente con Rusia y China y en cualquier parte
donde decidan los intereses occidentales y sus grandes empresas, bien sean
geoestratégicas o centradas en los recursos» (27).
Conclusión
Solo se puede añadir que todo se
está tramando para lanzar a las masas proletarias a la guerra total. En
realidad una guerra mundial solo puede enfrentar a dos enemigos
irreconciliables que luchan por la supervivencia. Es decir, el conflicto
enfrentaría a la Alianza Atlántica imperialista, dirigida por el «eje del bien»
estadounidense, con la alianza asiática dirigida por China y Rusia, como
predijo Samuel Huntington en su libro El choque de las
civilizaciones (28). Eso significaría que las burguesías nacionalistas
chovinistas habrían ganado su apuesta de movilizar a las masas proletarias para
que se maten entre ellas en una guerra por el reparto de los recursos, de los
mercados y de los sectores de producción de plusvalía, fuente de todos los
beneficios. Una vez acabase esta nueva guerra la carne de cañón trabajadora
regresaría a su esclavitud laboral (29).
Pero ese conflicto internacional
podría enfrentar a otros dos grandes enemigos todavía más irreconciliables, la
gran burguesía mundial y lo que quedaría de sus aparatos estatales con el
proletariado internacional para la erradicación del modo de producción
capitalista y la creación de un nuevo modo de producción comunista.
NOTAS:
(1) Robert Bibeau (2015) L’intégrisme
islamiste contre le national chauvinisme
(3) Robert Bibeau (2015) La guerre des monnaies
(4) Robert Bibeau (2015) Le ralliement de l’Iran par les accords sur le nucléaire
(5) Robert Bibeau. (2015) La «question nationale» palestinienne, bourgeoise et
réactionnaire
(8) Thierry Meyssan (2015). La
France et Israël lancent une nouvelle guerre en Irak et en Syrie
(9) Salvo por las masacres que la burguesía israelí organiza regularmente
contra los resistentes nacionalistas palestinos en los campos de concentración
de Cisjordania y Gaza.
(10) Robert Bibeau (2012) Le «Printemps arabe» bilan d’un avortement
(11) Robert Bibeau (2011) La lutte de libération néocoloniale du peuple libyen se
poursuit
(13) Michel Colon (2015) J’accuse
(16) Scarlett Haddad. L’Orient-Le Jour – 21/11/15. http://www.france-irak-actualite.com/2015/11/la-guerre-contre-daech-change-la-donne.html
(17) René Naba (2015) La rémission par le sang de civils innocents
(18) Complots «False flag» http://www.agoravox.tv/actualites/politique/article/attentats-de-paris-qui-tire-les-51610 y http://www.france-irak-actualite.com/2015/11/la-guerre-contre-daech-change-la-donne.html
(21) Andrey Fomin
(2015) Le Qatar et l’Ukraine viennent de fournir des Pechora-2D (fusée sol-air)
à Daesh
(22) Complots «False flag» http://www.agoravox.tv/actualites/politique/article/attentats-de-paris-qui-tire-les-51610
(24) Jacques Attali. Une
3e guerre mondiale
(26) Jules Dufour (2015) Le réarmement planétaire
(27) Larry Chin. 19 de noviembre de 2015 Pousser les
masses vers la guerre totale
(28) Samuel Huntington. (1997) Le choc des civilisations
(29) Robert Bibeau (2015) Les attentats terroristes indiquent le désespoir des
capitalistes
* Robert Bibeau, canadiense, es profesor, periodista y analista de economía
política marxista y vive en Quebec.
Fuentes:
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