El pueblo unido jamás será vencido
LA CANCIÓN TRAICIONADA
Por Xavier Silva Cárdenas[i]
2. LA
CANCIÓN, LO QUE DICE Y EL CONTEXTO DE SU
CREACIÓN
El pueblo unido jamás será vencido
Letra: Sergio Ortega / Quilapayún.
Música: Sergio Ortega.
El pueblo unido jamás será vencido.
El pueblo unido jamás será vencido.
De pie, cantar, que vamos a triunfar.
Avanzan ya banderas
de unidad.
Y tú vendrás marchando junto a mí
y así verás tu
canto y tu bandera florecer.
La luz de
un rojo amanecer
anuncia ya la vida que vendrá.
De pie, luchar, el pueblo va a triunfar.
Será mejor la vida que vendrá
a conquistar nuestra felicidad
y en un clamor mil voces de combate se
alzarán,
dirán canción
de libertad,
con decisión la
patria vencerá.
Y ahora el
pueblo que se alza en la lucha
con voz de gigante, gritando: ¡adelante!
El pueblo unido jamás será vencido.
El pueblo unido jamás será vencido.
La patria está
forjando la unidad.
De norte a sur se movilizará
desde el salar ardiente y mineral
al bosque austral, unidos en la lucha
y el trabajo irán,
la patria cubrirán.
Su paso ya anuncia
el porvenir.
De pie, cantar,
el pueblo va a triunfar.
Millones
ya, imponen la verdad,
de acero son, ardiente batallón,
sus manos van llevando la justicia y la razón.
Mujer, con
fuego y con valor,
ya estás aquí, junto al trabajador.
Y ahora el pueblo que se alza en la lucha
con voz de gigante, gritando: ¡adelante!
El pueblo unido jamás será vencido.
El pueblo unido jamás será vencido.
Desde la comprensión de lo esencial de uno de los valores
fundamentales que vitalizan los cimientos de la especie humana, es decir, desde
el reconocimiento de su ser social, una voz
colectiva, consciente, revela y canta su sentencia: ¡El pueblo unido jamás será vencido! Esta recuerda los últimos
párrafos del Manifiesto del Partido Comunista[ii]
que finalizan con una frase que estaría destinada a convertirse en el lema
máximo de la revolución mundial: ¡Proletarios
de todos los países, uníos! Aquí, como en el primer verso de la canción, se
graba a fuego en la memoria y en el corazón la necesidad de fusión de tod+s l+s
integrantes de las mayorías explotadas para multiplicar y afianzar la fuerza
que asegurará la consecución total de sus objetivos materiales y espirituales:
la socialización de la riqueza y la dignificación humana.
Cualquier individu+ de ese gran cuerpo puede apoyarse en l+s
demás, y ést+s, a su vez, sabrán confiar en él para, en articulación, sanarse y
defenderse de cualquier tipo de amenazas internas o externas, síquicas o tangibles,
individuales o grupales; de lo contrario perdurarán condenad+s a la oscuridad
del egoísmo, a la frustración y a la desesperanza. Éste, el avance
incondicional en bloque de las masas hasta hoy dominadas, que se inscribe como
una de las premisas principales para lograr sus victorias, se establece como el
tema central del que se ocupa esta legendaria canción popular.
Con su
palabra en grito, la voz colectiva empieza por proclamar la afirmación de la
existencia de quien es protagonista innegable del devenir de la historia en los
últimos siglos: el pueblo. El pueblo, ese universo preñado de diversidad, se sucede
compuesto no sólo por el proletariado industrial, sino por el campesinado
arruinado, las trabajadoras del hogar, trabajador+s de la construcción, trabajador+s
de la educación, trabajador+s de la cultura, trabajador+s de servicios públicos
y privados, trabajador+s burocráticos, trabajador+s de la salud, trabajador+s
sexuales, trabajador+s intelectuales, trabajador+s profesionales en todas las
ramas, trabajador+s desemplead+s y subemplead+s, monjas y curas trabajador+s de
la teología de la liberación, jubilad+s desprotegid+s y sufrientes de una
seguridad social insignificante, comerciantes minoristas, el
lumpenproletariado, estudiantes hij+s de tod+s l+s anteriores,… en fin, por una
lista extensa de gente despojada de la propiedad de los medios de producción, que
sobrevive sólo a costa de la pérdida de su dignidad en los oficios más denigrantes
o de la venta de su fuerza de trabajo (junto a su vida entera) como mercancía
dispuesta en el mercado laboral.
Ahora,
¿de quién ha de defenderse el pueblo?, ¿quién es su enemigo?, ¿contra qué
intereses ha de enfrentarse para jamás ser vencido?... ¿De las almas penitentes?,
¿de ovnis y extraterrestres?, ¿del demonio? La respuesta es clara aunque, en
todo el texto de la canción, no exista ni una línea donde se mencione a ese
antagonista importantísimo y permanezca siempre como un vulgar innombrable.
¿Por qué los autores recurrieron a esta omisión deliberada? Porque este
personaje ya avergüenza lo
suficiente a la condición humana, porque es el causante del estado de
ahogamiento económico y de enajenación de los estratos populares; por tanto, no
cabe en un himno, en una expresión telúrica que se plantea reflejar los propósitos
más elevados de estos sujetos políticos históricamente segregados.
Sin
embargo, respondamos, pues, de quién ha de defenderse el pueblo. Si el pueblo sobrevive
y se robustece unido, jamás será vencido por toda aquella o aquel, propio o
extraño a su conglomerado, que mediante sus discursos o sus acciones incurra en
el sometimiento, el amedrentamiento, la denigración o la explotación de
cualquier ser vivo con el objetivo de privilegiar sus caprichos e intereses
individuales. Pero, de manera particular y direccionada, esta descripción apunta
a una clase social minoritaria que ha hecho del terrorismo económico, del ultraje,
del robo, de la mojigatería, de la manipulación sicológica, de la estafa y de la
mentira todo un complejo modo de operar y de pensar el mundo basándose en los supuestos
privilegios que le atribuye su propiedad privada sobre los medios de producción
y sobrevivencia más importantes, amparándose en su poderío económico, en los
cuerpos represivos estatales y en las mil caras del derecho constituido para
dejar sin piso legal a cualquiera que se oponga a sus condiciones. Esta clase
social, hostil al pueblo, es la burguesía, quien obra como defensora y
propulsora del imperio del monopolio del capital a nivel internacional.
Mas la
burguesía no actúa sola en sus dominios. Cuenta entre sus colaborador+s con l+s
más variad+s funcionari+s y esbirr+s que avalan y comparten, de las formas más
descaradas o camufladas, el estilo de vida burgués. Este elenco de secundarios,
imprescindibles en la trama histórica capitalista, pueden desempeñarse, entre
otr+s, como: espías e informantes conviviendo al interior del mismo pueblo, sacerdotes
y sores de distintas sectas religiosas, aparentes distraíd+s de los asuntos
públicos, mandos medios introducidos en la burocracia, accionistas y emplead+s
de medios de comunicación, gentes de a pie o sobre ruedas buscando cuándo y
cómo escalar en el estatus social, apolític+s alienad+s, activistas de sospechosas
organizaciones no gubernamentales o, francamente, como cuadros políticos de
diversas asociaciones y partidos que, con más maña que suerte, suelen arribar a
la administración del destino de las naciones; siempre, no se olvide, para
resguardar la maquinaria estatal y el orden capitalistas establecidos en beneficio
del gobierno de aquella minoría poderosa.
Estos
son, y así maniobran la burguesía y otros actores sociales, enemigos del
pueblo. Y éste, frente a la arremetida violenta, disimulada o no de tales
grupos, y nutrido con diversidad de sujet+s y capacidades, no tiene otra
alternativa que compactarse y planificar su involucramiento en la historia para
no dejarse someter por ellos. Pero, como comienza a descubrirse en los
siguientes versos del texto de la canción, el pueblo no sólo tiene en sus manos
la misión de impedir su derrota, de resistir frente a sus enemigos; lleva
consigo, además, la responsabilidad de accionar a la ofensiva para resolver a
su favor la evidente guerra entre clases sociales, es decir, para convertirse él
mismo en vencedor e impulsar la revolución social: la supremacía de los valores
comunitarios y solidarios que transformarán al planeta en un hábitat no
mercantilizado favorable al desarrollo sano de las personas, sin explotación ni
opresiones de cualquier tipo, y con una economía socializada y planificada apta
para resolver las necesidades básicas de la colectividad.
Así es que, en primera instancia, la línea
inicial de la canción sugiere, empleando una síntesis extraordinaria, las
motivaciones básicas que la inspiran: el avance objetivo y descarnado a escala
mundial de un sistema socioeconómico militarista, injusto y decadente; la existencia
en él de la contradicción entre el capital y el trabajo; el antagonismo insalvable
entre el pueblo explotado y las élites explotadoras; y, por último, la
necesidad popular, apoyada en su fuerza masiva y unitaria, de no permitir más
esa avalancha de ideas y hechos antihumanos buscando propiciar la permanencia armónica
de la naturaleza junto al desarrollo pleno de la sociedad. Es de aquí, de su reflejo preciso de la verdad socio-histórica,
así como de su melodía vibrante, que podemos deducir el impacto profundo y el valor
universal de esta composición artística, y, en especial, de la consigna célebre
emanada de su núcleo: ¡El pueblo unido jamás
será vencido!
Conocemos
que ya en las manifestaciones de 1970, antes de ser vestida con música, esta
máxima era coreada por simpatizantes de la Unidad Popular (U.P.) chilena, acto
que le confiere más valor a lo que, después, constituiría la canción en sí debido
a que los autores supieron acoger en esta el decir del pueblo, y porque, siendo
de ese origen, el verso cantado trasluce la realidad del espacio-tiempo
específico de su aparición, pero cuenta, a la vez, con el acierto de contener,
en forma soterrada, una generalización acerca de la evolución del imperialismo capitalista
a nivel planetario, los conflictos que genera y su inminente desenlace; mérito
atribuible a la compenetración de los creadores de la canción con la visión
dialéctica de la historia y del arte.
Estas son las
razones principales por las que nuestro tema musical es considerado como
símbolo insurreccional vigente en todo el mundo, sobre todo en periodos de
crisis. Así constatamos a esta canción
popular como hija indiscutible de su tiempo y de la realidad social, y a su
vez, como obra artística motivadora, como comunicadora y formadora, como
sintetizadora e intérprete del sentir y de la lucha de l+s oprimid+s en su práctica
social, como difusora de sentidos y, en general, como herramienta política en
la agitación y en la propaganda de las ideas y de las prácticas libertarias de
las clases explotadas.
Quedan,
pues, establecidos: parte del argumento sobre el que se desarrolla el tema, los
actores principales y los intereses que defiende cada uno en el marco de la
contienda política implícita en el texto de esta canción.
En el párrafo subsiguiente, se asume una
constante que marcará el desarrollo del tema hasta su culminación. Esta constante
es el carácter prospectivo de la cosecha del triunfo final (digno de
considerarse aplicable en toda la Tierra) resaltado de manera heroica por el
ritmo de marcha, uno de los recursos musicales que apelan a lo más íntimo del
ser humano: los latidos de su corazón. Y es que, en el Chile de 1973, época en
que la obra fue creada, la U.P. gobernaba con dificultades. Mucho se había
bregado pero más faltaba por hacer. El país se encontraba convulsionado.
En
medio de la crisis económica y de los desabastecimientos provocados por los grupos
poderosos locales, las fuerzas de izquierda convocaron a la movilización
popular. Se trabajaba en todos los frentes; el artístico no quedó a la zaga.
Fue así que, en una jornada de labor colectiva entre Sergio Ortega (compositor responsabilizado
por un comité de propaganda de la U.P. para elaborar una serie de canciones) y
el grupo Quilapayún, todos militantes activos
del Partido Comunista de Chile (P.C.CH.), se concibió El pueblo unido jamás será vencido para elevar la conciencia de
clase de la gente, y para animarla a continuar sin descanso en las tareas que
aún quedaban por cumplirse para afianzar el nuevo sistema de gobierno. El tema se
estrenó al poco tiempo en un día altivo de Junio ante una concentración
multitudinaria organizada por las mujeres allendistas en la Alameda de
Santiago, apenas tres meses antes del golpe militar del 11 de septiembre.
Lo
demás del cuerpo literario de la marcha, construido con un lenguaje poético sencillo,
llama al pueblo a no esperar impasible, lo emplaza a no permanecer sentado, a levantarse,
a hermanarse y a cantar por cada esfuerzo entregado, a caminar uno al lado del
otro con firmeza y con confianza en sus propias capacidades, porque la Tierra
de la alegría, sin miedos, sin ignorancia y sin explotación es absolutamente
posible. Se reitera el significado verdadero de la patria, esa fraternidad
grandiosa entramada en la historia, en la cultura, en la justicia, donde la
gente se ve y se disfruta desde el humanismo radical. La mujer deja de ser un
objeto, se vuelve sujeta valerosa, ocupa el sitio protagónico y quemante que le
corresponde en esa historia luminosa del porvenir gestada desde el presente. Todo
el territorio del largo Chile (que bien puede ser análogo al planeta azul que
nos alberga) se confabula con sus potencias y su colorido para alcanzar la dicha
de sus hij+s, incluyendo, por supuesto, a las manos y al trabajo como generadores
claves de lo que somos; sin ellos, la nada.
Nuestra
marcha también advierte que todo lo prometido no será fácil de alcanzar. Será el
producto de la sabiduría, del amor y del coraje impresos en la organización y en
los combates diarios y abiertos en los que participarán l+s miles de millones de
aguerrid+s que integran el pueblo. Será consecuencia, además, del poder de la
convicción, llave vital en los encuentros con el enemigo donde la razón y las verdades
verdaderas aflorarán a fuerza de gestas ejemplares y heroicas desarrolladas en
todos los frentes y terrenos sociales, culturales, políticos y hasta militares;
pues mujeres y hombres de acero organizad+s en batallones sólo existen en las
vanguardias populares armadas. Y es que la forma en que están tejidos algunos
versos entrañan la apertura a que, en el transcurso de su lucha, el pueblo
protagonista de la historia, asuma con conciencia de clase su propia defensa y el
resguardo de sus conquistas y el de sus objetivos mediante la utilización sabia de las
armas. Hecho originado sólo como efecto,
sólo como respuesta a la naturaleza violenta del poder, del Estado y del
gobierno del capital. La canción no es belicista, sin embargo, tampoco
desconoce la lucha de clases obvia, ni la rehúye; no se venda los ojos ante sus
consecuencias, y, sin dudas, contempla la posibilidad de aplicar la ofensiva
militar revolucionaria en el caso de requerirse bajo el estricto imperio de la
necesidad.
De
igual manera, se anuncia que los gritos y cantos de triunfo no saldrán de las
gargantas de un conglomerado pusilánime, sino de una masa titánica, honorable y
forjada en combate con el único objetivo de avanzar, luchar y vencer, lo que
implica, desde luego, el aquietamiento completo de los vencidos: ésos, el
innombrable y sus cómplices, la burguesía y sus aliados. Y todo a condición de
que el pueblo siempre permanezca unido; ésa es una de sus mayores seguridades
para hacer camino; ésa es la bandera que le representa.
Sólo
así, las mujeres y los hombres del pueblo se proyectarán como seres libres, como
rayo de luz efectivo en un rojo amanecer. ¿Qué cualidades implica ese amanecer?
Pues deben ser las opuestas al viejo régimen capitalista y a la propiedad
privada sobre los medios de producción; son la puerta de entrada a la sociedad
comunitaria donde dejan de existir las clases sociales; no hay cabida para
interpretaciones de otra especie. En suma, se
trata del inicio de días nuevos donde la socialización de los medios de
producción es garantía para la estabilidad y para la proyección espiritual y
material de tod+s.
Por
último, recordemos que el color rojo fue incorporado como símbolo del
movimiento obrero internacional desde su uso en las banderas izadas en el
desafío ejercido por l+s trabajador+s franceses en 1871, al protagonizar las
luchas que condujeron al establecimiento de La Comuna de París, insubordinaciones
conscientes que estrenaran el despertar del proletariado mundial.
Hasta
aquí hablaron, sin reservas, la poesía y la música.
De
esta manera, diciendo lo suyo, El pueblo
unido jamás será vencido se afianzó con notoriedad en el inmenso repertorio
artístico producido por l+s militantes trabajador+s de la música de aquellos
años.[iii] Así, su discurso y su proyecto de vida han
acompañado en innumerables procesos de cimentación del Poder Popular en todo el
mundo. Así, el producto cultural revolucionario del siglo XX, dibuja su firma
imborrable en el patrimonio de la humanidad. Así desafina, de tanto en tanto,
en las guitarreadas trasnochadas de las almas irreverentes. Enhorabuena.
Luego
de que la canción se estrenara en aquel día de Junio de 1973 en la Alameda de
Santiago, fue publicada por primera vez en material fonográfico, durante el
mismo año, por la DICAP (Discoteca del Cantar Popular), sello discográfico de
propiedad de las Juventudes Comunistas de Chile. A partir de allí, y ya en el
exilio francés al que debió atenerse el grupo Quilapayún, se cuentan varias ediciones
tanto de conciertos en vivo como de grabaciones en estudio, junto a otras canciones
del repertorio del grupo. También Inti Illimani, exiliado en Italia, asimiló el
tema hasta grabarlo y difundirlo con gran éxito.
Son
conocidas las consecuencias nefastas del pinochetismo. En los días siguientes
al golpe de Estado, parte del archivo de la DICAP fue destruido tras el
allanamiento de sus oficinas. Sin embargo, mucho de lo producido ya se
encontraba en manos de la gente, así que, decenas de canciones continuaron
camino, y nadie hasta hoy ha logrado detenerlas.
Durante
la segunda mitad de los años setentas y la década de los ochentas, dadas las
circunstancias en que vivía su país de origen, El pueblo unido jamás será vencido inundó el espíritu de
resistencia y de rebeldía de l+s explotad+s de todo el planeta. En expresión
franca de solidaridad y lucha internacionalista, las asociaciones, sindicatos,
movimientos, partidos políticos o grupúsculos de izquierda hicieron suyo este
himno y tantos otros temas de la Nueva Canción Chilena junto a la también
famosa Venceremos.
L+s mism+s
exiliad+s simpatizantes o militantes de la U.P. y de las distintas
organizaciones que la conformaron, cumplieron el papel de difusor+s mundiales de
estos emblemas, tanto como de toda la cultura popular revolucionaria generada
en el transcurso del auge de la izquierda en su país. Cuando no eran los pocos
discos originales, considerados como joyas por quienes los consiguieron a
través de algún amigo exiliado o de algún visitante de tierras lejanas donde se
reprodujeron, los casetes regrabables (fabricados, curiosamente, por compañías
transnacionales) eran los encargados de multiplicar la adhesión a la causa
chilena.
Así
mismo, como efecto del ejemplo del canto popular austral, fueron incontables l+s
trovador+s y las agrupaciones musicales profesionales o aficionadas, sobre todo
esparcidas en América, las influenciadas por este movimiento hasta el punto de
asumir sus canciones o, al menos, parte de su propuesta artística convirtiéndose
en denunciantes de la dictadura y en reproductores fieles del espíritu
contestatario del Sur del continente.
Desde aquellos años, los Quila y los Inti, juntos o por
separado, prosiguieron con presentaciones y giras por todo el mundo sin que
faltara espacio para la interpretación de nuevos temas y los ya conocidos como emblemáticos.
Sin embargo, no podemos pasar por alto que, desde el arribo del nuevo sistema
presidencialista a la república chilena, las dos agrupaciones evidenciaron crisis,
cuyos primeros síntomas tuvieron sus raíces en los años ochentas.
Como si los
hubiera alcanzado la vara de un mismo sino trágico, ambos conjuntos, cada cual
por su lado y a su tiempo, vivieron disputas legales intestinas entre facciones
que reclamaban el derecho exclusivo a la continuidad artística bajo el uso
privativo de cada una de las marcas comerciales (Quilapayún, Inti Illimani) sacadas
a flote tras varios años de esfuerzos colectivos. ¿Señal de los “nuevos tiempos”?
¿Infiltración de alguna variante del pensamiento posmodernista? ¿Abandono o
carencia de una asimilación real de los principios cooperativos e igualitarios que,
supuestamente, los unieron en su juventud?
Estos asuntos
merecerían ser comentados en un libro entero, pero, de manera sucinta, se
abordan en el siguiente subtítulo de esta reflexión. Lo cierto es que, en medio
de acusaciones que fueron y vinieron desde lo ético, lo estético y hasta lo
económico, y aunque algunos protagonistas han declarado que esos conflictos se
encuentran superados, las facciones enfrentadas sufren, hasta la actualidad,
las consecuencias emocionales, políticas y jurídicas de esas crisis.
Un expediente
aparte es el que integra la lista enorme de artistas que han entonado las
notas de nuestra canción, las distintas versiones con que cuenta o la variedad
de idiomas en los que se ha interpretado en cuarenta y dos años de existencia.
Y no sólo eso. Hay otras canciones, con ritmos distintos al de marcha, que
incluyen en sus textos alusiones directas a la letra original, y, con más
frecuencia, repasos a ese grito de guerra que ya es ¡El pueblo unido jamás será vencido! Los Estados Unidos, Portugal,
Irán, Rusia, Filipinas, Francia, Ucrania, Grecia, Túnez, Egipto, Alemania,
Italia, Méjico, España, Brasil, son algunos de los países que registran este
tipo de aportes de incidencia en la expansión territorial de la obra, sin tomar
en cuenta la infinidad de manifestaciones callejeras en las que, consignando esa
gran invitación, se propone la urgencia de establecer, por fin, un sistema de organización
social acorde a las reales necesidades humanas.
Luego
de recordar el origen, los contenidos y las formas de difusión del tema,
abordemos, ahora, lo amargo.
En la
esencia del texto de la canción no encontramos divagaciones, por tanto, no da lugar
a apreciaciones superficiales o a la provocación de confusiones de carácter ideológico,
por ello, no existe una posibilidad mínima para generar interpretaciones
ambiguas; éste es otro factor que, junto al tipo de trama entre letra y música,
le hace alcanzar universalidad. De esa combinación apasionada entre contenido y
forma resulta una sacudida espiritual lúcida, conmovedora e impresionante que
incita a la ebullición de las emociones, y, por supuesto, a la acción. El
público identificado con el tema siente un baño de memoria, de combates cotidianos,
de verdad y de fuego.
Le agrade
o no a cualquier audiencia, El pueblo
unido jamás será vencido se levanta como producto cultural sobre los pilares
de una cosmovisión materialista y dialéctica.
(continuará en su última edición el miércoles 15 de julio)
[i]
Actor teatral, poeta, narrador oral, obrero, trovador popular, promotor
de proyectos y eventos culturales.
[ii] “Resumiendo: los
comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos
revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante.
En
todos estos movimientos, la cuestión fundamental que verdaderamente se
dilucida, es el régimen de posesión de la propiedad, cualesquiera que sean las
formas más o menos progresistas y avanzadas que revista.
Finalmente, los comunistas trabajan por llegar a la unión y el
entendimiento, de los partidos democráticos de todos los países. Los
comunistas, no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones.
Abiertamente declaran, que sus objetivos sólo pueden alcanzarse, derrocando por
la violencia todo el orden social existente.
Tiemblen si quieren las clases gobernantes,
ante la perspectiva de una revolución comunista. Con ella, los proletarios no
tienen nada que perder, sino sus cadenas. Por el contrario, tienen todo un
mundo entero que ganar.
¡Proletarios de todos los países, uníos!”
[iii] L+s intelectuales orgánic+s (militantes
del Partido), representantes de las clases subalternas (explotadas) y
constructor+s de la contra-hegemonía (alternativa cultural revolucionaria
contraria a la cultura capitalista), de acuerdo con lo planteado por Antonio
Gramsci.