JUGANDO CON FUEGO
Por Rafael Poch
(1 de junio de 2015)
Cómo Estados Unidos está incrementando de
la forma más irresponsable la probabilidad de graves incidentes militares en
Europa Oriental y en el Mar de China.
Desde hace años, el declive relativo del poderío global de Estados
Unidos en el mundo viene acompañado por un claro incremento del belicismo y de
las aventuras militares, desde Oriente Medio a los Balcanes, pasando por el
norte de África y Afganistán. A todo ello se suma el conflicto que ha resultado
del cambio de régimen inducido por la OTAN en Ucrania y la creciente tensión en
el Mar de China provocada por el despliegue militar de Estados Unidos en la
región, sus alianzas y tomas de nuevas bases de apoyo en; Singapur, Filipinas,
Australia y Vietnam, que se suman a las tradicionales de Corea y las del revigorizado
militarismo japonés.
El resultado de todo esto es un claro incremento del peligro de una
“guerra total”, como ha alertado un político tan timorato como el presidente
francés, François Hollande. Una guerra total contra las nuevas y viejas potencias
emergentes -sobre todo Rusia y China- cuyo riesgo, según el retrógrado ex
primer ministro sueco Carl Bildt, toma fuerza en la, “incertidumbre sobre las
relaciones de poder global”.
En otras palabras: el mundo bipolar se acabó con el fin de la guerra fría,
el intento de mundo unipolar que le sucedió acabó en fiasco y lo que se viene
afirmando desde entonces, una invitación a cierto pluralismo y consenso en las
relaciones internacionales, es visto como algo “incierto” y “peligroso” con lo
que hay que acabar por la fuerza.
Reaccionando al cambio de régimen en Ucrania, anexionándose Crimea y
apoyando a los rebeldes de Novorrossia, Rusia ha respondido por primera vez con
medidas de fuerza al avance de la OTAN en su entorno más inmediato, lanzando un
mensaje a otras potencias regionales. Ese desafío es lo que se está castigando
con sanciones y la nueva campaña informativa contra Rusia. Militarmente se
asiste a un verdadero festival de maniobras, despliegues y tanteos provocadores
alrededor del territorio ruso, en toda Europa Oriental, el báltico, el Mar
Negro y el Ártico. En el último incidente, cazas rusos salieron el sábado al
encuentro de un destructor americano, el USS Ross, en el límite de las aguas
territoriales rusas del Mar Negro.
En el Mar de China pasa algo parecido, algo que va en claro incremento
desde que en 2009 Washington iniciara su “pivot to Asia”, es decir un
incremento y reorganización de su presencia militar allá con el escenario de
una guerra contra China.
La semana pasada en el foro internacional de seguridad regional
Shangri-La organizado en Singapur, el secretario de defensa americano, Ashton
Carter, confirmó el envío a la región -atravesada por las tensiones
territoriales entre vecinos- de sus recursos militares más modernos con el
objetivo de afirmar la “libertad de navegación”, seudónimo del cerco de hierro
alrededor de China, cosa que ésta no tiene la menor intención de aceptar. Como
se hace con Rusia, la provocativa práctica de enviar aviones y barcos de guerra
a patrullar justo en los límites de las zonas del adversario se ha convertido
en recurso corriente y da lugar a tensiones constantes que pueden degenerar con
gran facilidad en conflictos, deseados o no.
Para comprender la situación hay que observar quién lleva la iniciativa
y donde ocurre: todo esto no está ocurriendo en el Golfo de México o frente a
las costas de Estados Unidos, sino en su equivalente ruso y chino.
Estados Unidos está determinado a bloquear militarmente el ascenso de
China o toda respuesta de Rusia a las provocaciones en su más íntimo patio
trasero. Naturalmente, medios de comunicación y “expertos” de centros que
orbitan alrededor de la lógica imperial y sus dineros, han iniciado una intensa
campaña sobre la que no hace falta ni entrar. La realidad de que ni el Mar de
China ni Ucrania pueden ser considerados como patios traseros de Estados Unidos
es demasiado obvia para ser ignorada.
Washington quiere que Rusia y China acepten el mismo estatuto de
vasallaje aceptado en Europa, Asia y Oceanía por países como el Reino Unidos,
Francia, Alemania, Japón o Australia, pero eso no va a suceder, explicaba el
mes pasado en su blog Paul Craig Roberts, que fue vicesecretario de Estado para
política económica con Ronald Reagan.
“A menos que el dólar, y todo el poder americano con él, se desmorone o
que Europa sea valiente y rompa con Washington para desarrollar una política
exterior independiente diciéndole adiós a la OTAN, la guerra nuclear es nuestro
probable futuro”, escribe ese observador.
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