EL INDIVIDUALISMO DEL CIUDADANO
Por Oscar Martínez Peñate*
Rebelión
4-V-2016
En el actual contexto del
posmodernismo la privatización del individuo ha tomado auge, los meta problemas
y realidades nacionales se trivializan, lo más importante para la persona es
satisfacer el placer a través del entretenimiento y el consumo.
Las actividades colectivas y la
participación en organizaciones del movimiento social han perdido importancia
en la conciencia del individuo, lo que ahora prima es el interés personal sobre
la colectividad, y la satisfacción de éste adquiere características
depredatorias que riñen con la ética.
El principal móvil se ha
convertido en ser una persona “exitosa”, si para lograr el triunfo se ha
recurrido a tráficos de influencia u otro medio inmoral, eso pierde validez,
porque lo anula el hecho de tener la capacidad adquisitiva de adquirir el mayor
número de bienes y de servicios posibles.
El actual capitalismo a través
de sus medios ha hecho creer que la felicidad es individual, y los exitosos se
aíslan de la sociedad en clubes exclusivos, habitan en residencias privadas,
adquieren más de un vehículo, etc. Se podría pensar que esta situación ocurre
desde las capas medias hasta la alta, no obstante, algunas de esas conductas se
observan en las clases bajas.
La clase baja ha adquirido
características de la clase media en relación con su comportamiento y forma de
observar la realidad, si en la época del modernismo sociológicamente se
consideraba a la clase media como una especie de amortiguador de las crisis
sociales, ahora en el posmodernismo la clase baja se ha convertido en un
colchón en donde rebotan los principales problemas nacionales e internacionales.
En la época del modernismo se
observaba que entre los miembros de una misma clase social existían relaciones
de tipo horizontal, ahora entre ellos prevalecen las de tipo vertical, es
decir, que el otro es considerado de menor valor. Existe un comportamiento de
descalificar y menospreciar al otro, porque el individuo se considera superior,
aunque en realidad no lo sea.
Las nuevas relaciones
interpersonales complican la acepción teórica de la lucha de clases, porque del
enfrentamiento clasista se pasa a la pugna contra el otro, esa lucha es una
especie de competencia de ostentación exhibicionista, de esta manera
encontramos que la interacción social se convierte en frívola y superficial.
Observamos que el individuo ha
creado mentalmente un mundo de fantasía, se pasó de la realidad a lo irreal,
esta circunstancia responde en cierta medida, del por qué no se involucra en la
solución de los principales problemas nacionales, a través de una participación
plena y activa desde su residencia, comunidad, municipio, ciudad, país, región
continental y del mundo.
En esta lógica, los problemas
existenciales no son de él son de los otros, porque él habita un mundo donde lo
que importa es el consumo de marcas transnacionales, además él está bien, los
que están mal son los otros. Entonces participar en una protesta es evidenciar
que tiene problemas y se pondría al nivel de los otros.
El individuo ha construido
mentalmente una nueva “clase social”, que la forman los “felices”, el hedonismo
lo han tomado en la práctica como su afirmación, que se ha establecido como un
fenómeno cultural.
Se da una contradicción entre la
realidad y la construcción mental, entre esta lucha de contrarios la victoria
la obtiene el mercado, porque éste convierte al individuo en mercancía, de tal
forma que de sujeto pasa a ser un objeto más.
El objeto no critica ni
cuestiona, se deja llevar por el esnobismo establecido por las corporaciones
transnacionales, los organismos financieros internacionales y por las políticas
internacionales de los países imperialistas.
El neoliberalismo inició con la
privatización de las instituciones del Estado, y terminó con la privatización
del ser humano, en la medida que se ha adquirido la noción que la res pública,
la concibe ahora como privada, en el entendido que en contra de lo privado por
injusto que sea, no se protesta.
La privatización del individuo
lo ha conducido al aislamiento y autoexclusión de las manifestaciones
colectivas, el mundo del individuo es él, y los únicos problemas que deben ser
resueltos son los de su ego, porque son de interés personal, es decir, mientras
él está bien, lo demás no interesa.
La privatización y el
individualismo de la persona adquieren características sádicas y autodestructivas,
es el perfil ideal del ciudadano de la globalización del mercado transnacional
y de la dominación mundial.
Oscar Martínez Peñate. Lic. Relaciones Internacionales en Universidad
Autónoma de Centroamérica (UACA), Costa Rica. M.A. en Ciencia Política en
Université du Québec à Montréal (UQAM), Canadá. Doctorando en Ciencias
Sociales Universidad de El Salvador, El Salvador.
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