CUANDO LA POESÍA
SE VUELVE PODER POPULAR
Por Antoni Jesús Aguiló
eldiario.es
22-III-2016
En su
elegía “Pan y vino” (1800), Hölderlin formula una pregunta emblemática que
cuestiona de raíz el sentido de la palabra y la acción poética: “¿Para qué poetas
en tiempos de miseria?”
Más de dos
siglos después, los tiempos de miseria lamentados por Hölderlin no han dejado
de ser los nuestros: tiempos de oligarquías aferradas a sistemas de
privilegios, tiempos de pragmatismo economicista que impone lógicas mercantiles
en todos los ámbitos, tiempos de pobreza democrática, tiempos, como decía Marx,
de “nuevas condiciones de opresión” y nuevas formas de lucha por superar los
antagonismos de clase y combatir la dominación colonial y patriarcal imperante.
En este sentido, el “para qué” remite hoy directamente a la pregunta por la
poesía y su función en sociedades capitalistas globalizadas donde la poesía,
recordando los versos de Gabriel Celaya, es concebida como un “lujo cultural
por los neutrales” o, en el mejor de los casos, como un recurso mercantilizable
en nombre de su supervivencia.
Entre la
diversidad de respuestas al “para qué”, hay una comúnmente extendida que
defiende la inutilidad de la poesía como instrumento social y pedagógico. La
condena de Platón por considerarla un arte imitativo cuyo poder de persuasión
distrae de la verdad ilustra de modo magistral esta postura. En la República,
Homero (y, por extensión, los poetas y artistas) es expulsado de la ciudad
ideal porque el poeta “conoce el secreto de suscitar emociones”, “alimenta las
pasiones” y “fabrica imágenes” falsas con palabras, a la manera de un pintor.
También Fernando Pessoa, aunque esta vez en sentido positivo, destaca el
carácter ficcional de la poesía al definir al poeta como un “fingidor” que
crea, inventa y fabula: “Fingir es conocerse”.
Hay, sin
embargo, otra postura que frente al “para qué” reivindica la función social de
la poesía, como hiciera T. S. Eliot en una célebre conferencia pronunciada en
1943. Esta perspectiva representa un modo de ver el quehacer poético que
permite explorar su dimensión ética y política, presente, por ejemplo, en la
poesía urbana de Baudelaire, nacida de la experiencia de un lírico en el auge
de la sociedad capitalista de masas: “Multitud, soledad: términos iguales y
convertibles para el poeta activo y fecundo. El que no sabe poblar su soledad,
tampoco sabe estar solo en medio de una muchedumbre atareada”. En los versos de
Walt Whitman sobre el amor y la democracia cósmica, que acarician la piel como
un beso voluptuoso y fresco: “Me celebro y me canto a mí mismo. Y lo que digo
ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de
mi cuerpo es tuyo también”. En la conciencia feminista de Alfonsina Storni: “Yo
soy como la loba. Quebré con el rebaño y me fui a la montaña fatigada del
llano”. En la poesía proletaria de Miguel Hernández: “Aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién, quién levantó los olivos? No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”. En
la lucidez de la locura que ilumina la obra de Leopoldo María Panero: “De todos
los favores que pude prometerte te debo la locura”. En el anarquismo poético de
Jesús Lizano: “Denunciemos este delirio. Invitemos a todos los inocentes
perdidos entre sus voces que llevan a esa lucha, todos perdidos entre las
falsas verdades y sus terribles ecos”. En las marcas de la opresión
heteropatriarcal que atraviesan la palabra poética de Audre Lorde: “Estoy
atrapada en un desierto hecho de heridas a bala todavía abiertas”.
Dice Hugo
Friedrich que el acto poético presenta tres posibles modos de comportamiento:
sentir, observar y transformar. El último se refiere tanto a la transformación
del lenguaje como de la realidad social y personal. Es precisamente esta
capacidad transformadora la que nos permite encontrar vías de respuesta a la
pregunta de Hölderlin. Todos los ejemplos citados muestran que combate político
y lucha poética a menudo están ligados uno al otro; que la poesía, lejos de ser
un producto clausurado en libros y bibliotecas, se puede hacer en cualquier
parte; que la praxis poética, por sí sola, no puede cambiar el mundo, pero sí
puede cambiar las maneras de verlo y sentirlo, promoviendo agitaciones
subversivas capaces de trastocar las relaciones de poder. Y aquí radica el
carácter revolucionario de la poesía, tal y como lo expresa Vicente Huidobro:
“El poeta hace cambiar de vida a las cosas de la naturaleza, saca con su red
todo aquello que se mueve en el caos de lo innombrado, tiende hilos eléctricos
entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos”.
No se trata
de una revolución de vanguardias iluminadas en la que el poeta se erige en guía
del pueblo. La revolución poética que puede transformar mundos y vidas es
aquella que, por un lado, pone la inspiración al servicio de una causa para
combatir el orden dominante y, por otro, transmite ideas y sentimientos para
aprender a “sentipensar” con la gente oprimida, que diría Orlando Fals Borda.
Las huellas de lo que significa esta revolución poética recorren la obra de
José Martí: “Hay una clase de poesía que sale, como un río de sangre del alma
atormentada, y rompe por entre peñascos en su espantada fuga, y no abre sus
ondas sino para dejar paso a clamores”.
En una
famosa escena de El club de los poetas muertos, el profesor
Keating enseña a sus alumnos que no deben limitarse a aprender lecciones y
recitar poemas de memoria: “A pesar de todo lo que les digan, las palabras y
las ideas pueden cambiar el mundo. No leemos y escribimos poesía porque es
bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana y la
raza humana está llena de pasión”. Keating era portador de una enseñanza
detestable para Platón y la economía global del neoliberalismo: la pasión
poética también puede ser una pasión crítica y revolucionaria. De aquí la
importancia de trabar luchas revolucionariamente poéticas, revolucionariamente
populares, contra lo que nos aboca a vivir en tiempos de miseria.
Fuente: http://www.eldiario.es/contrapoder/dia_mundial_de_la_poesia_6_497360279.html